Una enfermedad social que recorre Europa
El FC Brussels se quedó ayer sin patrocinador, después de que Matumona Zola abandonara el club de fútbol por racismo. El presidente reprendió al jugador congoleño y le advirtió de que "ya no está en su país y que debe pensar en otras cosas aparte de árboles y bananas", según el testimonio de Zola. El de esta semana es sólo uno de los múltiples casos de racismo en Bélgica, un país cuya justicia ha decidido poner coto a esta epidemia que, alimentada por los poderosos partidos de extrema derecha, recorre buena parte del país. El Tribunal Penal de Amberes ha aplicado este mes, y por primera vez en Bélgica, el agravante de racismo al condenar a cadena perpetua al joven que hace un año asesinó a una mujer negra y al niño pequeño al que cuidaba.
Bélgica no es un caso aislado. Los datos de la recién estrenada Agencia Europea de los Derechos Fundamentales muestran que al menos en ocho países europeos han aumentado los crímenes racistas en los últimos seis años. "La violencia racista y el crimen continúan siendo una enfermedad social en Europa", dice el último informe de la Agencia, que compara la situación en los países de la Unión Europea.
El documento, publicado a finales del pasado agosto, analiza el grado de penetración del racismo y la xenofobia en Europa y hasta qué punto los Veintisiete cumplen con la directiva sobre la igualdad racial de la Unión Europea. Por un lado, destaca que la mayoría de los miembros han puesto en marcha esa ley, pero por otro indica que hay grandes diferencias en cuanto a la aplicación de sanciones y compensaciones en los casos de agresiones racistas. En cerca de la mitad de los países no se ha aplicado ninguna sanción. Además, dice el texto, "el reducido número de demandas durante 2006 hace pensar que existe una escasa conciencia [entre los ciudadanos] de que hay instituciones nacionales dedicadas a este asunto. Algunos países deberían hacer más campañas publicitarias dirigidas a las potenciales víctimas".
Reino Unido, Alemania, Dinamarca, Francia, Eslovaquia, Francia, Polonia e Irlanda son los ocho países en los que se ha registrado un aumento de la criminalidad racista. En ese mismo periodo, República Checa, Austria y Suecia registraron un descenso. Del resto no hay datos oficiales, y ése es, según la Agencia, uno de los principales problemas, la falta de conciencia de las autoridades sobre este problema.
Al margen de los crímenes, la Agencia Europea denuncia que los Gobiernos discriminan a los inmigrantes y a las minorías étnicas como los gitanos en el acceso a la vivienda, el empleo y la educación. Por ejemplo, tener un apellido magrebí es motivo para tener más dificultades para obtener un empleo en Suecia.
En el capítulo de buenas noticias, la organización destaca la puesta en marcha de leyes antidiscriminatorias. Recientes derivas electorales como el triunfo en Suiza de Crhistop Blocher, en cuyo cartel electoral aparecían tres ovejas blancas expulsando de una patada a una oveja negra del país, dibujan sin embargo un panorama poco alentador.
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