Cementerio de pateras
La vecina costa africana se ha convertido en un cementerio de cayucos y pateras cuyas dimensiones nunca llegaremos a conocer. Las medidas adoptadas por España y Europa para impedir la llegada masiva de inmigrantes han tenido éxito: una disminución superior al 60% durante el último año. Lástima que los muertos se han multiplicado por una cifra imposible de definir, como consecuencia del alejamiento de los puntos de partida a lugares de la costa menos vigilados. Triste resultado. El relato del único superviviente del último cayuco encontrado a la deriva en aguas mauritanas reúne todos los elementos físicos y psicológicos de horror imaginables. No es difícil deducir que su historia no será demasiado distinta a las sufridas en tantas otras embarcaciones perdidas en el océano, o a las que puedan tener lugar en estos instantes. No basta con lamentarlo, no somos ajenos a esas muertes ni a sus causas. La expoliación sistemática de los recursos de ese continente contribuye a nuestro bienestar y a que hayamos alcanzado esa esperanza de vida superior a los 80 años que tanto nos satisface. Para los africanos es de 46. Hemos subido dos años en la última década y ellos han descendido cuatro. ¿De verdad alguien cree a la vista de estas cifras que van a desistir? No es un problema de información, sino de acción. Puede que el olor de estos cadáveres no nos llegue, pero ahí están.
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