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Bush y el Congreso se acusan por el bloqueo político en EE UU

El presidente asegura que las cámaras legislativas "no han hecho su trabajo"

Antonio Caño

Consciente de que el Congreso es la única institución del país peor valorada que la propia presidencia, George Bush desató ayer una gran tormenta política al acusar a las cámaras legislativas de no hacer su trabajo y de someter a la nación a una frustrante parálisis política.

Se trata de una cuidada operación propagandística cuyo objetivo es el de echar balones fuera y descargar responsabilidades ante los ojos de los ciudadanos. Pero la acusación hecha ayer por el presidente es el reflejo también de lo difícil que se ha hecho tomar decisiones en Washington desde que tienen que convivir un republicano en la Casa Blanca con un Congreso en manos de los demócratas.

Esa difícil convivencia ha impedido hasta ahora adoptar medidas trascendentales para EE UU y para el mundo. "El Congreso no ha hecho su trabajo", declaró Bush después de una reunión con congresistas de su propio partido. "La Cámara de Representantes", añadió, "ha malgastado su tiempo en una cascada de investigaciones y el Senado se ha perdido en una serie interminable de votaciones fracasadas para retirar las tropas de Irak".

El presidente manifestó ante los periodistas que los legisladores no han puesto ante su mesa ni un sólo proyecto que esté limpio de un montón de gastos añadidos y colocados artificialmente ahí para satisfacer demandas sectoriales o territoriales. "Se trata del peor Congreso en 20 años", sentenció Bush.

Rahm Emanuel, un representante demócrata de Illinois que actúa como verdadero líder de su grupo en la Cámara, hizo pública una réplica en la que acusaba a Bush y a los republicanos de paralizar todas las iniciativas demócratas.

Muy presionados por sus respectivas bases en una época de confrontación electoral, ninguno de los dos bandos está dispuesto a ceder un palmo de terreno a su adversario -Bush ha amenazado ya en 46 ocasiones en vetar iniciativas demócratas - y la consecuencia es un bloqueo en el que tanto unos como otros pierden.

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La popularidad de Bush está en torno al 30%, según una media de distintas encuestas. La popularidad del Congreso está al menos cinco puntos por debajo. Lo cual es una mala noticia en una campaña en la que los principales candidatos demócratas son miembros del Congreso. En el caso de algunos de los personajes más destacados del Congreso, como el de la presidenta de la Cámara de Representantes y tercera figura en la jerarquía de la nación, Nancy Pelosi, su aprobación ha caído hasta el 35% en los últimos meses, sobre todo como consecuencia de la sensación de irrelevancia que se desprende de su actuación.

El enfrentamiento actual podría culminar con la imposibilidad de aprobar los próximos presupuestos del Estado, que están ahora mismo en discusión. Aunque existen plazos para su prorrogación, un desacuerdo en esa materia -insólito por más de 15 años- podría llegar a provocar el cierre físico de las oficinas del Gobierno. Sin llegar a eso, el brutal enfrentamiento político ha impedido ya medidas tan importantes como la modificación de la misión en Irak, la aprobación de ayudas millonarias para los niños que no están cubiertos por el seguro público de salud o una nueva ley de inmigración.

Cuando las oficinas de los lobistas y otros grupos interesados en promover legislaciones elaboran estos días sus programas para los próximos meses, empiezan a contar ya con que la agenda política está cerrada hasta después de las elecciones de noviembre de 2008.

El presidente de Estados Unidos, ayer, al terminar su intervención ante el Congreso.
El presidente de Estados Unidos, ayer, al terminar su intervención ante el Congreso.EFE

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