Cristina tiene el viento a favor
Los años de bonanza económica favorecen el triunfo de la candidata peronista
En el barrio de Palermo, uno de los que más se ha beneficiado de la fuerte expansión económica de los últimos cinco años en Argentina, las presidenciales de hoy suenan a trámite. La frase de "bueno... a ver qué pasa", seguida de un levantamiento de hombros, era la respuesta de la mayoría de la gente que inundaba las terrazas de los bares de moda. Existe cierta apatía respecto al cambio de Gobierno y se justifica porque la mayoría no cree que vaya a haber ningún cambio. Cristina Fernández, la esposa del actual presidente peronista, Néstor Kirchner, y candidata a sucederle con las encuestas a favor, decía ayer en una radio local que no hay apatía, sino que "la gente está tranquila" porque sabe que su marido lo ha hecho bien y que la tarea de ella será mejorar el modelo económico y social kirchnerista.
Durante estos cinco años, el PIB argentino creció más de un 50% acumulado -una tasa que no se veía desde principios del siglo XX- y el Gobierno logró tener siempre superávit público, algo inédito. La explicación de esta bonanza hay que buscarla en el mercado internacional de las materias primas. Gracias a la devaluación del peso tras la crisis del corralito de 2001 y a la demanda de granos de China y otras economías emergentes, las ventas acumuladas de los cinco años ya superan los más de 15.000 millones de euros que Argentina se embolsó por las privatizaciones de los noventa, años en los que Repsol, Telefónica y muchas otras empresas españolas entraron en el mercado argentino. La riqueza creó empleo y bajó los índices de pobreza, pero no mejoró la distribución de la riqueza, ni recuperó los buenos niveles de la sanidad y educación públicas, como tampoco atrajo la inversión extranjera.
"Sabemos lo que hace falta", señala un cartel de Cristina Fernández pegado en una pared de la calle Gorriti, junto a una de las exclusivas tiendas de Palermo. La candidata sabe de la política de subsidios a los transportes (el billete de autobús vale lo mismo desde hace ocho años) y los argentinos pagan la energía un 65% más barata que el resto de los latinoamericanos. También sabe, porque lo dijo en una reciente entrevista en radio, que "se necesita más inversión" para que la oferta cubra la demanda y "no caer en recetas monetarias que aplasten la economía". Sabe que hay dos temas que pueden perjudicarla: la inflación, lo más temido tras la crisis de 1989 en la que los precios llegaron a subir un 3.000%, y la inseguridad ciudadana, que es un grave problema en los dos distritos electorales más importantes, la capital federal y la provincia de Buenos Aires.
Además de la economía, habrá que dotar de credibilidad a las instituciones públicas. Hoy, por ejemplo, nadie cree en las estadísticas de inflación ni en muchas otras porque se sospechan amañadas. Si Cristina gana estas elecciones en las que prácticamente no tiene oposición, también tendrá que recuperar la fe de la gente en el Congreso (Kirchner ha gobernado a golpe de decreto). La inseguridad jurídica, para locales y extranjeros, sigue siendo un grave problema en Argentina. Como favorita, el gran interrogante no es si la aspirante peronista sabe lo que "hace falta", sino si será capaz de mejorar las condiciones del país. Cristina tiene muchas tablas parlamentarias, pero nunca tuvo funciones ejecutivas.
Por todo ello, si gana en la primera vuelta con más del 40% de los votos, se teme que mantenga a su lado a los hombres clave del actual Ejecutivo y que eso la condene al inmovilismo que caracterizó a su marido. "En todos estos años no se ha presentado en el Congreso un solo proyecto de reforma social", dice el analista Rosendo Fraga.
Quizá cuente con el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, el soldado de Kirchner que ha intentado combatir la inflación con controles de precios, con subsidios y con restricciones a las exportaciones para mantener abastecido el mercado local. La inflación no se ha detenido, pero ha logrado que un kilo de tomates valga más que uno de carne de la mejor calidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.