Y la derecha devoró al centro
UCD encogió de 168 a 11 diputados, mientras AP saltó de 9 a 107
La presa de Tous en Valencia reventó el 20 de octubre de 1982, tras varios días de lluvias torrenciales. Veinticinco años después, lo ocurrido puede verse como una premonición del tornado democrático que ocho días después succionó a Unión de Centro Democrático (UCD) y la arrastró hasta convertirla en mera historia.
Fraga dio un gran paso, sin llegar a la "mayoría natural" que había buscado
Los 168 diputados que el partido fundado por Adolfo Suárez había alcanzado en 1979 se vieron reducidos a 12 la noche del 28 de octubre de 1982, frente a 201 de sus rivales socialistas. Y en un último sarcasmo de la Ley D' Hont, el recuento definitivo dejó a las huestes centristas con 11 escaños tras ceder uno al PSOE, que consiguió el capicúa mítico de los 202.
Pero las aguas electorales no se detuvieron. Del lecho del río democrático emergieron 107 diputados de la Alianza Popular de Manuel Fraga, que tres años antes sólo había conseguido nueve. Fue el inicio de una corriente poderosa pero insuficiente, que tardaría 14 años en conquistar el poder después de engullir al propio Fraga y de refundarse en el Partido Popular.
La tormenta electoral no fue tan imprevista como la meteorológica. Seis días antes de las votaciones, la encuesta electoral de EL PAÍS afirmaba que UCD lograría entre 7 y 12 escaños; que AP podía llegar a los 107 -que efectivamente consiguió-; y que el PSOE se movía ya en una horquilla de holgadísima mayoría absoluta con un mínimo de 193 diputados.
Fraga, tenaz desde su mínima representación parlamentaria, venía pugnando por la "mayoría natural" y había intentado atraerse a lo que ya aparecía a ojos vista como restos del naufragio de los centristas.
Leopoldo Calvo-Sotelo, que presidía un problemático Gobierno tras el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 braceaba impotente ante el desguace de UCD. El 31 de agosto de ese mismo año, el ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordóñez dimitía de su cargo para acabar enrolado en las filas del PSOE, seguido de buen número de diputados de la corriente socialdemócrata de UCD.
Antes, la llamada corriente "crítica", integrada fundamentalmente por democristianos, había constituido la llamada Plataforma Moderada, a la que se adscribieron 40 diputados centristas.
Las memorias de Manuel Fraga dejan pocas dudas sobre el papel crucial de Miguel Herrero Rodríguez de Miñón en el empeño de demoler UCD. El propio Herrero en sus Memorias de estío confiesa que junto con independientes de su partido proponía la creación de una "gran derecha" que confluyese con el partido de Fraga. Y este último deja constancia de numerosas reuniones con el democristiano ucedista. De una de ellas, celebrada el 6 de mayo de 1981, Fraga recoge propuestas de un documento que le entrega Herrero en el que, entre otras cosas, propone la creación de una fuerza política que permitiera cubrir "todo el espacio, desde la derecha democrática al centro-centro".
Rodríguez de Miñon acabó por abandonar UCD en enero de 1982 e ingresó en las filas fraguistas sin desmayar en su intento de unificar una fuerza de centro-derecha. El 13 de julio de aquel año, Landelino Lavilla, democristiano fiel al espíritu de UCD, fue elegido presidente del partido. Poco después abandonó la UCD el propio Adolfo Suárez, rumbo a una nueva formación, el Centro Democrático y Social (CDS). El hombre al que hoy se reconoce su infinito coraje para desmantelar el franquismo y transformar España en una democracia concurrió a las elecciones de 1982 con su nuevo partido y se encontró reducido a la mínima expresión política: dos diputados, él mismo y Agustín Rodríguez Sahagún. Calvo-Sotelo había intentado que Suárez siguiese en UCD, pero las exigencias de éste las entendió como "rencores" que no estaba dispuesto a secundar.
Fraga, Herrero de Miñón y la CEOE -agente activo frente a los gobiernos de Suárez-, veían encarrilarse el sueño de la "mayoría natural" que habían buscado. Pero la noche de la que hoy se cumplen 25 años sólo dio a la derecha una minoría mayoritaria frente a una mayoría absoluta -no igualada hasta ahora en su magnitud- para los socialistas que capitaneaban Felipe González y Alfonso Guerra.
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