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Reportaje:

Los nuevos braceros

5.000 jornaleros extranjeros trabajan en la fresa

Los campos freseros de Huelva hace años que no hablan en andaluz. Ni siquiera en castellano. Este paisaje se ha convertido en una suerte de Naciones Unidas al aire libre, donde 4.855 trabajadores inmigrantes contratados en sus países de origen, en su mayoría mujeres, se esfuerzan en la plantación de las fresas. 3.896 son rumanos, 745 marroquíes, 208 búlgaros y seis proceden de Ecuador. Un paseo por la geografía onubense, desde Palos de la Frontera, hasta Lepe, pincelan un mapa humano dibujado con éstas y otras nacionalidades.

Empezamos nuestro viaje en la finca de 12 hectáreas que Francisco Saborido posee en Palos. Allí trabaja Cozaru Ecaterina, de 31 años, procedente de Rumania. Como todos los temporeros extranjeros que acuden a Huelva, tiene un contrato formalizado de tres o nueve meses, por el que cobra, según convenio, 33,29 euros netos por 6,30 horas de trabajo diario, 39 horas semanales. Cozaru es toda una veterana, pues es su quinta campaña fresera en Huelva, donde va a pasar nueve meses trabajando. Al ser repetidora, no ha tenido que sufrir una selección por parte de los agricultores españoles en la propia Rumania. El cumplimiento de su contrato en las anteriores campañas le garantiza repetir sucesivamente. Esta es una de las claves del éxito del modelo onubense de inmigración.

Huelva lleva siete años contratando extranjeros para los trabajos de la fresa
Los primeros contratos en origen se hicieron en Polonia

Se trata de un sistema que comenzó hace unos siete años con la llegada de miles de mujeres procedentes, en su mayoría, de Polonia. Los jornaleros españoles, que tradicionalmente habían cubierto las necesidades de los empresarios, estaban abandonando la actividad en favor de otros sectores como la construcción. Rakoczy Karolina, de 26 años, fue una de las pioneras polacas. La presente es su sexta campaña y las cosas han cambiado bastante. Los polacos han dejado de ser la nación mayoritaria en Huelva, pues ya son ciudadanos de pleno derecho de la Unión Europea y tienen libertad de movimiento. Pero ella no deja de acudir cada temporada, acompañada ahora de su novio y compatriota, Mario.

Al mismo tiempo que empezaron a llegar las primeras polacas, Huelva sufrió, a principios de la década, un doloroso fenómeno protagonizado por inmigrantes sin regularizar, la mayoría subsaharianos y magrebíes que acampaban en chabolas en espera de un trabajo en los campos freseros y en los naranjales. Los asentamientos ya han desaparecido, pero en los cultivos pueden verse a braceros morenos, como se les conoce en la zona a los de piel negra. Morenos como Mahamadou Diallo, de 29 años, procedente de Malí y compañero de Cazaru y Rakozy en la misma finca. Mahamadou no ha sido contratado en origen, sino regularizado gracias a las gestiones de Francisco Saborido, Mahamadou. Lleva cuatro acudiendo al tajo fresero.

¿Y qué ha ocurrido con los jornaleros andaluces? A un kilómetro escaso de la finca de Saborido se encuentra una explotación de 10 hectáreas, propiedad de Jorge Quintero. Allí trabajan Ana María Rodríguez y Francisco Mesa, un matrimonio de gaditanos de 38 años que lleva toda la vida en la fresa. ""Yo desde los ocho años y mi marido desde los 15", dice Ana María. Su marido recuerda la época en que la mayoría de los braceros eran españoles, muchos de la zona de Cádiz. "Era más familiar, quizás se estaba más a gusto. Ahora la gente es muy distinta", reflexiona Francisco.

Y tan distinta. En la misma finca, el matrimonio de Roman y Lyusia Syuch, de 52 años y procedentes de Ucrania vuelven al tajo tras una parada para comer. "Yo estuve 25 años en el Ejército Soviético, fui capitán de Aviación. Cuando la URSS se desintegró lo dejé. Ahora cobro una pensión militar, pero no era suficiente y vine con mi mujer a trabajar aquí", recuerda Roman. La pareja lleva ocho años trabajando en Palos, donde ya está asentada.

La contratación en origen se ha visto convulsionada desde hace un año con los recortes del cupo de trabajadores marcados por Rumania. La solución se vislumbra en países como Ucrania, Bulgaria o, sobre todo, Marruecos.

Antonio Luis Martín fue uno de los primeros agricultores en traer a Huelva temporeros marroquíes. En su explotación de Cartaya trabaja Saida Zamani, de 24 años, que repite por cuarta vez. "En Marruecos no hay trabajo. Con lo que gano vivimos yo, mi padre y mis dos hermanos, que están en mi país", afirma. A unos pocos kilómetros de donde está empleada Saida, ya cerca de Lepe, la jornalera búlgara Dilber Osman, de 30 años, explica que con el dinero que cobra en su país vendiendo tabaco (unos 100 euros al mes) no le llega para cuidar a su hijo de 13 años. "Aquí gano mucho más. Por eso llevo seis años viniendo", dice.

9 meses de fresa

La rumana Cozaru Ecaterina (31 años), la polaca Rakoczy Carolina (26 años) y Mahamadou Diallo, de Malí, y 29 años de edad, trabajan juntos en una finca de Palos (Huelva), propiedad de Francisco Saborido, en las tareas de plantación de fresas. Los tres descansarán cuando lleguen las Navidades para volver a los tajos freseros en enero y completar así los nueve meses por los que han sido contratados.

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