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Asesinos entre nosotros

José-Carlos Mainer

También en algunos libros españoles recientes ha comparecido el fantasma de quienes perdieron la segunda Guerra Mundial: valga como buen ejemplo La ofensa (Seix Barral), la burilada y enigmática nouvelle del asturiano Ricardo Menéndez Salmón.

También en 2006 se publicó una gran novela que alguien ha comparado con Las benévolas. Pero Caza salvaje (Planeta), de Jon Juaristi, aunque igualmente concebida como parábola, es bastante distinta. Ambas son recorridos históricos enlazados por un símbolo y una metáfora. En Juaristi, el símbolo es el cura réprobo Martín: un Proteo (un Zelig, como el personaje del homónimo filme de Woody Allen) que adopta la forma que le conviene, con algo de Fausto menor (por eso todas las mujeres que posee se llaman Margarita). Y que se mimetiza con todo nacionalismo, enlazando así la Guerra Civil en el País Vasco, la ocupación de Francia, la vida en Berlín en 1945, y luego en los Balcanes de Tito y en la España antifranquista de los setenta. Y ese nacionalismo se expresa mediante la sugerente metáfora de la caza, de la horda primitiva que se reconoce en la violencia, en la destrucción convertida en juego. En nuestro país se mira poco al exterior y, por eso, tienen un mérito anticipado la compleja novela europea de Juaristi y el excelente y solidísimo ensayo histórico de Ferran Gallego, Todos los hombres del Führer (Debate), también de 2006. Su autor tiene un brío narrativo, no muy frecuente en su gremio, además de amplia cultura literaria y de una noble pasión indagadora. Sólo así, exorcizando y entendiendo a la vez, se puede escribir sobre esa pesadilla -el fascismo- que surgió del seno mismo de la modernidad que tanto nos enorgullece. Su fascinante trabajo de biografía interpretativa desgrana en doce capítulos las semblanzas de otros tantos nazis: desde el brutal jefe de las SA, Ernst Röhm, al fanático lisiado que fue Goebbels; desde el estúpido policía Heinrich Himmler al desaprensivo arquitecto Albert Speer; desde el soez demagogo Julius Streicher al aristócrata Baldur von Schirach.

El lector español puede leer estos libros a la vez que se zambulle en la lectura de Las benévolas: ninguno le tranquilizará, pero los tres le harán pensar.

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