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Las carreteras de Barcelona se colapsan en el cuarto día sin trenes

La Generalitat no aceptará el traspaso de Cercanías sin una auditoría previa

Al cuarto día, las carreteras reventaron. Los accesos a Barcelona en su zona sur, donde está cortado el servicio de Cercanías y de una línea de Ferrocarrils de la Generalitat, fueron ayer caóticos. Habían resistido tres días, pero ayer todos los hados fueron adversos y el colapso apareció. Muchos conductores lo atribuyeron a que el Servicio Catalán de Tráfico había habilitado un carril para los autobuses que suplen al tren, pero lo que verdaderamente llenó la carretera fue el incremento de coches, ante la creciente desesperación de los usuarios del transporte público.

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Ayer todo estaba contra la carretera. Amenazaba lluvia y ése es un factor que dispara siempre el uso del automóvil. En previsión, Renfe había instalado carpas en la zona de espera para que no se mojaran los pasajeros que, tras bajar del tren, tienen que esperar 10 minutos de media a tomar el autobús que les lleve hasta Barcelona o desde Barcelona hasta Gavà (donde se transborda), en la vuelta.

El segundo elemento que se conjuró contra la carretera fue la imprevisión. En el lugar confluyen dos vías: la C-31 y la C-32. Si situación habitual en hora punta es de congestión con colas estructurales de entre 5 y 6 kilómetros. Pero ayer los problemas empezaron antes: a las 5.30 ya había casi cuatro kilómetros de cola por unas obras de mantenimiento para repintar los carriles. Se pararon en cuanto se percibió el problema, pero las colas no desaparecen por ensalmo.

Hubo más: los pasajeros han estado empleado estos días, de media, unos 70 minutos para cubrir distancias de 25 kilómetros. Ayer, una parte de estos usuarios se pasó al coche. Tráfico estima que el incremento de vehículos fue de entre el 10% y el 12%, lo que causó sobresaturación en vías ya saturadas.

Y aún más: el Servicio Catalán de Tráfico había habilitado un carril para autobuses y adecentado el lateral para aumentar al máximo la capacidad de la vía. Los autocares, por motivos legales, no podían ser desviados al lateral, de manera que se instaló el carril para ellos en el centro. Pero llegar al centro de una autovía colapsada es muy difícil. Los autobuses tenía dificultades incluso para incorporarse, de modo que allí no avanzaba nadie y, en cambio, había un carril vacío. El resultado fue un conato de rebelión. No de los castigados usuarios del transporte público, sino de los conductores de vehículos privados que, tras mucho tiempo de espera (el trayecto Castelldefels-Barcelona, de 20 kilómetros, exigía ayer dos horas) decidieron (no todos) invadir el carril de los autobuses.

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Los agentes los han denunciado para multarlos "y volverán a hacerlo hoy con quien ocupe el carril", explicó el director del Servicio Catalán del Tráfico, Josep Pérez Moya. "Hay 15.000 personas en hora punta que no pueden llegar a Barcelona en tren y los conductores tendrán que compartir la carretera. Se trata de una emergencia para todos, no sólo para los usuarios del transporte público". Lo que si se hará es cambiar los accesos para hacerlos más fluidos.

Eso, en los accesos. En el centro, una estación de metro junto a la ferroviaria de Sants, tuvo que cerrar ayer una de las entradas por filtraciones de las inyecciones de cemento de las obras del AVE. Reventó el suelo de un pasillo y se alteró la zona de ascensores. Las inyecciones era de cemento y agua y el sistema de impermeabilización de metro no funcionó del todo. No ha sido OHL sino Dragados y Tecsa

En esta tesitura, el consejero de la Vicepresidencia del Gobierno catalán, Josep Lluís Carod anunció que la Generalitat, que siempre ha reclamado el traspaso de Cercanías, no está dispuesta a aceptarlo de cualquier modo y lo supeditó a que se haga una auditoría independiente. Carod añadió que si el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, hubiera cesado antes a la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, los catalanes se hubieran "ahorrado algunas escenas lamentables".

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