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Columna
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Ciegos nos quieren

Con el agua al cuello y aún nos confiscan las imágenes (y por tanto parte del entendimiento) del desastre. De haber tenido potestad también las habrían secuestrado en La Marina, donde las cañas se han vuelto lanzas contra la Confederación Hidrográfica "de Zapatero" pero nadie ha podido evitar esas impagables fotos desde lo alto: postales con bloques-tapón y paseos-barrera allá donde antes hubo ramblas y evacuación natural de las aguas.

Aunque no es a aquella catastrófica zona a la que ahora quisiera dedicar unas palabritas, puesto que felizmente ya se ha abierto un interesante debate sobre el llamado "modelo urbanístico". Hoy, y en salvaguarda de la ecología de la información, quisiera contarles cómo se nos ha cegado la posibilidad de transmitir al público, cabalmente, la realidad de la otra gran inundación: la del Palau de les Arts de Valencia.

Se habrán dado cuenta de que hasta ahora se ha impedido el paso a los representantes de los medios de comunicación, con o sin agua, con o sin cámaras. Nos quieren ciegos y sordos (y si fuera posible mudos) ante el espectáculo verdaderamente dantesco que se debió producir en el Titánic del gobierno valenciano. Pero esa foto no era bonita y nadie ha querido posar. Los políticos esconden la cara, y cuando la consejera se pone a tiro de preguntas, tras unos cuantos lugares comunes sobre el interés de los aficionados pronto zanja el interrogatorio con un contundente "ya está bien". Los ingenieros se han quitado las pulgas de encima en forma de filtración: hace tiempo remitieron numerosos escritos advirtiendo de los peligros de esta zona inundable. Y en cuando a la gente de números, quizá algún día, si tienen la bondad, conoceremos la evaluación de daños y a cuánto salimos. (Y hablando de pulgas, las malas de los guardias de seguridad, inquietos ayer porque se alcanzaba a ver el vestuario perdido secándose al primer sol).

De filtración en filtración, hay que beber en lo que llamamos "fuentes propias". Y estas nos cuentan para que les contemos que lo del Palau no fue una filtración como las que han llenado de goteras colegios incluso recién construidos, sino una serie de torrentes desbocados que reventaron puertas, rebasaron enchufes y anegaron el corazón del edificio, los pasillos técnico y artístico, los almacenes y hasta la 3ª grada de la Sala Martín y Soler. Sin protocolos de evacuación por obra no entregada, quién sabe qué hubiera ocurrido con menos suerte y más gente dentro, por ejemplo público.

Pero esto no lo dicen los comunicados de prensa. Todas las barreras que no se interponen frente a las aguas han sido levantadas contra la transparencia. Sabíamos que es dura la tarea de informar bien, que requiere coste y esfuerzo. Pero si los medios, sus profesionales y sus empresas, conserváramos algo de dignidad colectiva, ya deberíamos estar rebelándonos ante esta necesidad de luchar a brazo partido contra tantos elementos y elementas.

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