EL PAÍS acentuado

Enrique Laso / Juan Rodríguez Rivero / Alberto Herencia

EL PAÍS inicia una etapa con tilde, o, lo que es lo mismo, más acentuado. Aquellos que llevamos años enganchados a este periódico, en mi caso, casi desde la niñez, nos alegramos y compartimos la emoción de haber asistido a su transformación y adaptación a los nuevos tiempos de forma constante. Como cuando un amigo cambia de estilo de peinado, o de ropa, o incluso de estilo de vida, mirando al futuro, me inunda la extraña alegría de saber que nos queda periódico para muchos años, manteniendo siempre la misma sed de vanguardia. EL PAÍS nos ha acompañado en muchísimos momentos, algunos de especial trascendencia, y, desde una línea de rigurosa independencia, no ha desdeñado posicionarse con valentía frente a situaciones extraordinariamente delicadas. Supone una excelente noticia descubrir que la sección de Opinión va a seguir teniendo aún mayor protagonismo.

EL PAÍS de hoy en día tiene una sombra muy alargada en Internet, con una importantísima participación de los lectores, a los que cada vez más se nos concede la palabra, haciéndonos sentir un poco más nuestro este importantísimo medio de comunicación. Pero, al igual que sucede con los libros, no hay nada comparable a abrir el periódico y sentarse a leerlo tranquilamente, sintiendo el tacto especial del papel de prensa y el olor inconfundible de la tinta de rotativa. Felicidades.- Enrique Laso. Madrid.

El pasado domingo me levanté a las nueve de la mañana, desayuné más rápido de lo normal y decidí, en contra de lo habitual, bajar a esa hora a comprar el periódico. No necesitaba bajar pronto, tenía reservado mi ejemplar para no arriesgarme a perderlo (el reloj podía ser goloso para algunos), pero decidí hacerlo. El cambio que esa mañana experimentaba EL PAÍS suponía una novedad en mi vida, y esa novedad podía, ¿por qué no?, trastocar mi rutina dominical. El nuevo PAÍS que encontré al llegar al establecimiento era exactamente igual al de la semana anterior: allí seguían Manuel Vicent, Ernesto Ekaizer, Mario Vargas Llosa...

Y es que, aunque los tiempos cambian y las situaciones se renuevan, aunque los diseños se modernizan (para bien) y las cosas se hacen más accesibles, EL PAÍS, para mi tranquilidad, sigue siendo el mismo, solo se ha lavado la cara para no arriesgarse a que pareciera sucia. Es un logro que las cosas se renueven así y que todo siga igual en los pocos sitios donde, que nadie cambie, ayuda a seguir comprendiendo.- Juan Rodríguez Rivero. Salamanca.

Desde que supe que el periódico EL PAÍS iba a ser rediseñado, comencé a fijarme más en cada detalle de uno de los pocos objetos no personales que uso y consumo cada día, y, como dirían mis compañeros de profesión, analicé mi "experiencia de marca" con el periódico que siempre he leído. Me gusta EL PAÍS porque es, ante todo, sobrio en sus mensajes y en su aspecto, que no abusa de recursos gráficos ornamentales, permitiendo centrarse en el contenido, así como que es una galería de arte y en los interiores de los libros.

Tenía miedo de que este diario tomase el rumbo de maquetación de algún otro recientemente aparecido, e incluyendo también los gratuitos que, según dicen, son más fáciles de leer. Durante la cuenta atrás del lanzamiento del rediseño, he temido perder estos atributos tan valorados por mí y, afortunadamente, tengo que decir que ni el diario ni el suplemento semanal me han decepcionado: evolución tipográfica sutil, nuevo claim descriptivo más adaptado a la realidad y similar tratamiento informativo.

Pero lamento recuperar una vieja discusión sobre tildes, y esta vez por exceso y no por ausencia. Su clásica, simple y bella tipografía la dotaba del principal valor que una marca como ésta debe tener: dimensión. ¿Por qué ahora la tilde? ¿Qué quieren realmente acentuar.- Alberto Herencia. Madrid