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El conflicto de Irak

Aumenta la tensión entre la capital y la región kurda

El enfrentamiento entre Turquía y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) ha echado aún más gasolina a las cada vez más explosivas relaciones entre el Gobierno de Bagdad y el de la región autónoma kurda, con sede en Erbil. Irak rechaza al unísono las operaciones militares turcas, pero los matices empiezan a asomar: Bagdad califica al PKK de "terroristas" y exige su marcha; Erbil dice que nunca les entregará y advierte que lucharán para frenar a los soldados turcos.

El nuevo Estado construido tras la caída de Sadam Husein se basaba en un pacto entre chiíes y kurdos patrocinado por EE UU al que se intenta atraer a los suníes. Pero las relaciones entre Bagdad y Erbil se han deteriorado en los últimos meses: mientras el primer ministro, el chií Nuri al Maliki, se ha distanciado de Washington, los kurdos se han convertido en los mejores aliados de Estados Unidos en el polvorín iraquí. La ley de hidrocarburos puesta en marcha por la región autónoma kurda a espaldas de Bagdad ha abierto una grieta difícil de manejar.

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Ayer, el contraste entre el primer ministro, el chií Nuri al Maliki, y el presidente de Irak, el kurdo Yalal Talabani, fue evidente: en un comunicado desde Bagdad, Maliki emplazó a los rebeldes turco-kurdos escondidos en Irak a poner fin a las "acciones terroristas" y les emplazó, en consonancia con una resolución aprobada por el Parlamento, a abandonar el país. En cambio, Talabani visitó la región kurda y subrayó que Irak jamás entregará a los líderes del PKK. El presidente de la región autónoma, Masud Barzani, añadió que la población estaba preparándose para defenderse.

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