La devoción por la libertad
Desde tiempo inmemorial, hombresy mujeres se han esforzado por librarse de los grilletes impuestos por el Estado omnipresente y las costumbres sociales y religiosas, diseñadas para sojuzgar a la mayoría por el provecho
y placer de una minoría. Carmen es, en este sentido, un prototipo que se puede encontrar en todas las culturas. Es una gitana española, de fuerte carácter, apasionadamente devota de la libertad de acción y pensamiento. Una mujer que respeta los dictados de su mente y de su cuerpo. Un auténtico espíritu libre. Como todas las obras maestras de la música, Carmen, aunque evoque el colorido de los gitanos españoles, es universal. Es el personaje soñado para una cantante de ópera: melodías gloriosas para cantar y una fuerte personalidad para representar. Abundan las situaciones dramáticas y los tres elementos vitales de la ópera: el amor, la vida, la muerte. Todos ellos son tejidos expertamente por la música
de Bizet. Los ingredientes étnicos sólo añaden mordiente y encanto. Además, la historia de Carmen puede ser interpretada como una declaración feminista, poniendo el énfasis en el derecho de las mujeres a liberarse del confinamiento impuesto por las costumbres sociales o la arrogancia del hombre. Tan sólo veo una cosa en común con otro mito de origen español: hay un poco de Carmen en toda mujer y un poco de Don Giovanni en todo hombre. Escuché por primera vez Carmen
siendo un niño y me quedé fascinado, como todos los músicos. Fascinado por su inventiva, los colores del sonido y las melodías. Brahms la escuchó más de 20 veces y Chaikovski predijo que sería la ópera más popular del mundo. La dirigí por primera vez en 1960, en la Deutsche Oper de Berlin y luego en unas 50 representaciones. Carmen es un mito vigente.
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