El mito del Che
Calificar, como hace Vidal-Beneyto en su carta al director, de simplista el ponderado editorial de EL PAÍS sobre el Che Guevara no es sino incurrir en la mucho más simplista apreciación que caracteriza a cualquier visión mitologizada de la realidad, la cual se caracteriza por excluir todo aspecto problemático en la unilateralidad de la perspectiva. Pretender que con ello se dan argumentos a las concepciones más reaccionarias de la sociedad significa abundar en el sempiterno vicio de ciertas izquierdas, que con dicho pretexto han sido cómplices de toda clase de barbaridades e infamias.
Por lo demás hay que preguntarse hasta qué punto este personaje, con episodios realmente negros en su haber, puede considerarse una verdadera "opción de progreso", sin que ello nos llevara a considerar como tal la dictadura cubana, por ejemplo. ¿No es hora ya de que la izquierda empiece a romper, en efecto, con este tipo de mitos, que tantos réditos reporta por cierto al marketing publicitario del capitalismo?- Manuel Ruiz Zamora. Castilleja de la Cuesta, Sevilla.
Soy senador y militante de Izquierda Unida; hace ya casi treinta años que leo regularmente el periódico EL PAÍS -no es la única prensa que leo-, pero he de confesar que con el tiempo entre ese diario y mi persona se ha ido desarrollando una relación especial que hace que busque su presencia en invierno y en verano y que pueblen las estanterías de mi casa sus colecciones y libros.
No es la primera vez que opiniones editoriales o enfoques que el periódico realiza me han provocado desazón e incluso enfado desde mi posición políticamente comprometida, pero nunca como en el reciente editorial sobre la figura del Che, en el 40º aniversario de su asesinato en Bolivia, había sentido la tristeza y el estupor que acompañaron la lectura de ese texto.
Leo EL PAÍS como una opción progresista y reconozco junto a otros pocos diarios su calidad periodística, que intenta salir del ruido mediático, del trazo grueso, del maniqueísmo interesado, cosa que no se ha conseguido en absoluto con el mencionado editorial.
José Miguel Larraya, en su artículo de Defensor del Lector en EL PAÍS del 14 de octubre, se hace eco de ese malestar de muchos lectores y se presenta como una especie de mala conciencia editorial consciente posiblemente de la injusticia cometida.
Mi formación política ha iniciado una campaña denominada "Che 1967-2007" para recordar la figura y la obra del guerrillero después de 40 años de su muerte, y no nos sentimos parte de los "pocos" a los que se refería el editorial; sólo hay que recorrer los amplios cambios políticos que se están sucediendo en América Latina y las amplias sonrisas y complicidades que entre jóvenes y no tan jóvenes de nuestro país despierta la figura del guerrillero heroico.- Joan Josep Nuet i Pujals, senador de Izquierda Unida.
En su última carta al director se desahoga el muy dolido e influyente don José Vidal-Beneyto afirmando que las críticas a la figura de Che (y a su práctica de la lucha armada como vía para alcanzar el poder) no son sino producto de una "enconada campaña" (se supone que pagada, como casi todas las campañas) promovida por los neocons norteamericanos (a los que quizá podríamos sumar también la CIA y quién sabe si también los marcianos verdes) con la secreta intención "de privar de legitimidad todas las opciones de progreso", incluida (muy presumiblemente) la opción legítimamente socialdemócrata de nuestro actual presidente del Gobierno. Y no sólo generaliza, sino que ejemplifica dicha campaña o conjura en "el editorial de EL PAÍS Caudillo Guevara del pasado día 10". ¿Será eso cierto? ¿Será cierto también, como quiere el señor Vidal-B., que negar al Che y su lucha armada "equivale a condenar a la miseria y a los enfrentamientos suicidas a un continente", que con toda probabilidad no es el continente europeo sino el americano? ¿Será cierto que descalificar la lucha armada y a quienes la practican (o la predican, aunque sean incapaces de matar una mosca) "se opone al propósito fundacional de EL PAÍS y a su compromiso con la lucha por las libertades y la justicia social en España... y en el mundo?".
Yo, por lo menos, no termino de creérmelo del todo. Aunque lo lea en EL PAÍS.- Abelardo Linares Crespo. Sevilla.
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