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Entrevista:ANTONIO LÓPEZ | Patrón del pesquero 'Corisco'

"Tuvimos que engañarles y decirles que íbamos a Italia"

"Les tuvimos que engañar", reconocía apesadumbrado ayer Antonio López, patrón del pesquero Corisco, poco después de desembarcar en Libia a los 50 inmigrantes que recogió en el mar el pasado sábado cuando estaba a punto de hundirse la lancha en la que navegaban. A las diez de la mañana, el barco de Santa Pola iniciaba las maniobras de aproximación y atraque en el puerto de Trípoli, donde al final dejó a los eventuales pasajeros, todos libios excepto dos senegaleses. Más allá de las pérdidas económicas que supone haber dejado de faenar durante tres días, a Antonio le preocupa el futuro incierto de esas personas. "Les hemos devuelto a su país y allí, ahora, van a pasarlo mal. Muchos incluso temen por su vida, tienen miedo a represalias por lo que han hecho". El Corisco estuvo en el puerto de Trípoli apenas dos horas y media, el tiempo de desembarcar a los inmigrantes y de recoger los víveres que les habían preparado para poder continuar su trabajo. Les quedan dos semanas de pesca de quisquilla y a finales de mes tienen previsto volver a su base en Santa Pola.

"Si me pongo a llamar a la patrullera, en vez de recoger personas recojo cadáveres"
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"Cuando iniciamos las maniobras de aproximación", narró el patrón a través del teléfono móvil, "comenzaron a preguntarnos adónde les llevábamos. Les dije que íbamos a Italia, que es donde ellos pretendían llegar". La tripulación temía que si les decían la verdad, que volvían a Libia, los inmigrantes se echarían al mar o tal vez llegarían a amotinarse. "Nosotros éramos sólo 12 marineros frente a 50 personas desesperadas", se justificó Antonio. Entre los rescatados había varios niños: unos gemelos de dos años y una niña de tres. "Los más pequeños tosían mucho y estaban mal alimentados", se lamentó el patrón, quien advirtió enseguida que lo primero que se les había acabado era la leche. Tuvieron que dar a los pequeños la misma comida que a los adultos. "Yo tengo tres hijos", confesó el patrón, "y lo único que se me ocurría decir a las madres de estos niños era preguntarles cómo se les había ocurrido meter a los críos en esto. Así de desesperados deben vivir para atreverse a esta aventura".

Antonio no paraba ayer de decir que él y sus tripulantes querían salir de allí y no mirar atrás, olvidar lo ocurrido y reemprender su trabajo interrumpido. "Pero no podemos, se nos ha quedado grabada la cara de esta gente", decía. El patrón del pesquero contó que en otras ocasiones han visto pateras y embarcaciones con inmigrantes hacinados en ellas y, para evitarse problemas, han avisado a las patrulleras y han esperado a que llegaran antes de marcharse. En esta ocasión los tripulantes del Corisco, un barco de 32 metros de eslora con capacidad para acoger a 16 personas, no pudieron avisar a nadie. La lancha que avistaron, con un gran número de personas a bordo, hacía agua, se estaba desinflando. "Si me pongo a llamar a la patrullera, en vez de recoger personas, tengo que recoger cadáveres. No hubo otra cosa que hacer. Vi a los niños y me los eché a todos al barco".

Los marineros de Santa Pola están dando toda una lección de solidaridad en el mar, por encima de intereses y de políticas. En el verano de 2006, el pesquero Francisco y Catalina embarcó a 51 inmigrantes y los atendió durante ocho días. Este verano, otra embarcación de Santa Pola, Nuestra Señora del Loreto, recogió a otro grupo de inmigrantes a punto de naufragar en una zona cercana.

Para los armadores de las embarcaciones, estos incidentes suponen importantes pérdidas económicas. En el caso del Corisco, que pesca quisquilla, cada día que han estado parados han perdido un mínimo de 8.000 euros. La flota pesquera de Santa Pola la componen 89 barcos, 50 de arrastre, 30 de artes menores, 7 de pesca con nasas y 2 palangreros de superficie. Durante 25 años, entre 1950 y 1975, este puerto fue el más importante de captura de pescado fresco del Mediterráneo.

Los inmigrantes y los tripulantes del barco han estado durante tres días hacinados y han vivido en la embarcación como han podido las largas horas de espera. En la cocina tenían que hacer turnos prácticamente las 24 horas del día para ir dando alimento a todos. El Corisco llevaba víveres que debían durar dos meses a 12 adultos, pero este incidente ha acabado con sus provisiones. Si la situación no se hubiera resuelto ayer, hoy mismo ya habrían tenido que comenzar los racionamientos. Los 50 inmigrantes se acomodaban como podían en la bodega y de vez en cuando salían a tomar el aire. El tiempo no ha acompañado y había un poco de temporal, pero al final, el barco de Santa Pola, en muy buenas condiciones, ha aguantado la prueba.

El patrón reconoció que tenían ganas de dejar en tierra a estos pasajeros accidentales, pero por otro lado, manifestó que lo peor fue "la cara de decepción de estas personas" al comprobar que habían desembarcado en Libia. Antonio López lo contó así: "Vieron el puerto y las primeras edificaciones pero no lo reconocieron. Nos decían 'Italia, Italia'. Yo no me atrevía ni a mirarlos a la cara". Cuando oyeron hablar a la gente del puerto se dieron cuenta de que habían vuelto a Libia. Los pescadores observaron cómo se indignaban y exclamaban: "¿Para volver aquí nos hemos jugado la vida?".

El Corisco es uno de los barcos de una familia muy conocida de Santa Pola. También es suyo el José y Rafaela, que este verano perdió a uno de sus tripulantes que falleció en alta mar debido a un golpe de calor.

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