El inventor de palabras
Realista y mágico. Pere Calders creó personajes como el asesino Depa Careli al que se le aparecía un ángel que, con voz asexuada, le hacía reflexiones del tipo: "No vamos por buen camino, Depa. Ya ves qué vida has llevado y de qué te ha valido. Estás a punto de entrar en la vejez y eres pobre". En otro cuento, un especulador con una mansión recién estrenada encuentra una mano izquierda y en lugar de llamar a la policía cuelga un cartel: "Alguien ha perdido algo muy importante en un jardín de una casa principal. Quien acredite ser su propietario que se presente como es debido y se le dará satisfacción". A Calders además de los cuentos le gustaba inventar palabras, como la que se le ocurrió a un niño poco antes de salir para el colegio: Antaviana. Con ese tesoro el pequeño decide que además Antaviana sería una palabra mágica. Con ella pretende escapar del aburrimiento que le provocan los deberes: "Antaviana que me aprenda la geografía...".
RULETA RUSA Y OTROS CUENTOS
Pere Calders
Traducción de Joaquín Jordá
Anagrama. Barcelona, 2007
292 páginas. 8,50 euros
Antaviana fue también una palabra que acabó por traer suerte a su creador. Dueño de un impresionante universo literario, el autor de Ruleta rusa y otros cuentos fue un descubrimiento tardío en Cataluña y, más aún, en España. Su vida como la de muchos españoles quedó marcada por la Guerra Civil. Ingresó en el ejército republicano como técnico cartográfico y se exilió a México. Regresó a España en 1962 pero su vuelta no supuso una mejora dado el olvido literario al que el franquismo condenó a la literatura en catalán. En 1978, cuando la compañía Dagoll Dagon decidió montar un espectáculo con algunos de sus cuentos, su obra ni siquiera había empezado a traducirse al castellano.
Jaume Sisa, compositor de la música del espectáculo de la compañía teatral, recuerda ahora que cuando le llamaron para participar en la obra, el nombre de Pere Calders le sonaba vagamente pero no había leído nada de él. "Me dejaron un libro suyo de pastas de tapa dura de color verde que llevaba el título de Todos los cuentos y en cuanto empecé a leer las primeras páginas me di cuenta de que había una conexión total entre mi música y su obra". Después, Sisa conocería personalmente al autor. Dagoll Dagon decidió motar una cena con Calders para hablarle del proyecto que preparaban. "Enseguida conectamos. También me gustó personalmente". Ni que decir tiene que Calders quedó fascinado con aquel grupo de teatreros y músicos de fantasía desbordante. Antaviana, que así se llamó la obra, se estrenó ese mismo año y fue un éxito. Josep Lluís Jornet, el pianista que formaba parte de la orquesta que acompañaba la representación de la obra, recuerda también que Calders participó personalmente en la selección de los textos y aconsejó a la compañía sobre cómo sacarlos adelante. En uno de los encuentros con Calders se decidió utilizar Antaviana como título de la obra, aunque parece que no se trataba de ningún cuento sino de una de las muchas palabras que solía inventarse y como tal había aparecido en uno de sus relatos.
Tras el éxito de Antaviana se realizaron las primeras traducciones y ya se puede encontrar prácticamente toda su obra. Convertido en autor de culto, un pasaje de Barcelona lleva su nombre. "En este momento se están produciendo las primeras tesis doctorales sobre la obra de Calders", aseguraba José María Castellet en el prólogo de Ruleta rusa cuya primera edición se publicó en 1984. La selección de relatos fue escogida por el autor que optó por una libertad total de enfoques. La mayor parte de los relatos reunidos en este libro responde también al deseo de este cuentista por los finales abiertos. "El final abierto deja un margen para la fantasía, lo cual quiere decir que el lector puede participar en él y especular acerca de las posibilidades que ofrece el siguiente acontecimiento. Si acepta el juego siempre le quedará un desafío después de la lectura, una invitación a pensar soluciones por cuenta propia".
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