Diez años de 'Bosteko'
La exposición Bosteko cumple en 2007 diez años de continuada andadura. Cada año son seleccionadas obras de tres artistas vascos contemporáneos. Las muestras itinerantes pasan, de septiembre a diciembre, por cinco municipios vizcaínos: Amorebieta-Etxano, Arrigorriaga, Basauri, Getxo y Leioa. Está comisariada por Alicia Fernández, historiadora y crítica de arte, bajo los auspicios de la Diputación Foral de Bizkaia.
Este año los artistas son Fernando Biderbost, Bonifacio y Juan Luis Goenaga. Del pintor Bonifacio (San Sebastián, 1933) se ha dicho casi todo. En los tres cuadros que llevan su firma encontramos un resumen de los más granado hecho por él en los últimos veinte años. Son tres óleos de distinto carácter soldados entre sí por sus mágicos dedos de azúcar y el brioso talento que nos tiene acostumbrados.
Quien quiera ser artista de verdad tiene que matar a los 'padres' de una vez por todas
Juan Luis Goenaga (San Sebastián, 1950) presenta tres piezas, fechadas en 2007. Las tres obras de formas abstractas llevan gruesos empastes. La materia es la representación viva del boscoso mundo vegetal, donde se entrecruzan líneas con voluntad intencional de ser hierbajos, unas veces, y otras veces bajo el acomodo de zarzas, lianas y helechos descabezados. La peculiar solemnidad abacial de sus creaciones es violentada por unos caprichosos toques de vivos colores impostados en uno de los cuadros. En comparación con los otros dos compañeros de Bosteko, Fernando Biderbost (Bilbao, 1955) es un desconocido. Mas lo que cuenta vive dentro del poder de las tres obras de gran formato (dos de 2007 y una de 2006). En cada una de ellas habita un sistema de apasionada y, al tiempo, razonada gestación. Se ve claramente que es mucho lo que se propone. Cuando se quiere ser alguien, nada más oportuno que ponerse metas imposibles. Todo arte tiene como finalidad lo imposible. Esto se palpa en cada una de las tres obras presentadas. Lo decimos con conocimiento de causa, porque hemos vivido de cerca el proceso germinativo de estas obras.
Antes de continuar se advierte que no podemos comprender una obra de arte sin, en cierto modo, repetir y construir el proceso que ha dado vida a esa obra. En el quehacer de Biderbost se distinguen dos hitos. Lo podemos llamar dos conquistas más o menos logradas; o bien, unas conquistas logradas y otras por lograr. En el primer supuesto, se trata de obras inscritas en reducidos formatos, donde la grafía se manifiesta con acuciosa gracilidad y certero tino. El segundo supuesto corresponde a los grandes formatos, cuya estructuración es sumamente compleja. En determinadas parcelas de los grandes formatos descubrimos pasajes o fragmentos de un gran valor imaginativo. Se perfila en esos hallazgos como un artista de notable ingenio. Esos pasajes o fragmentos no están en la línea sugestiva y hermoseada de las obras pequeñas. No. Poseen una identidad propia -de enorme complejidad, como está dicho-, son una parte importante, y un tanto extraña, de un proyecto mayor. Un proyecto que aspira unir cada fragmento del cuadro en un todo armónico, en una suerte de gran cristalización vital. Aunque sin llegar a alcanzar como fuera deseable los logros debidos, se trata de una lucha de identidades de distinto signo. En esa lucha, el inconveniente de lograr buenos cuadros no lo es tanto por la elección de los grandes formatos como la gran ambición de meter demasiadas sensaciones, sueños, emociones de diverso sino o incluso creencias y descreencias, además de extrañezas y rechazos, razones y sinrazones en un solo cuadro. Aunque podía valerse de la espuria resolución de hacer grande lo pequeño, no lo ha hecho, porque no es eso lo que persigue Biderbost.
La pequeña intrahistoria de Biderbost nos dice que, como muchos otros artistas, fue tomando de los demás lo que no es suyo. Desde que el arte es arte siempre han existido "padres" sobre los que cada artista se cobija. Sin embargo, quien quiera ser artista de verdad tiene que matar a los "padres" de una vez por todas. Si la serpiente no devora a la serpiente no se hace dragón. Y así fue cómo él decidió dejar de ser muchos para ser uno solo. Por otra parte, diré que su obra no contiene teorías, porque sabe que una obra con teorías es como un objeto en el que se ha dejado la etiqueta del precio. En cuanto a que se le considere un desconocido poco le importa. Le importa más el íntimo poder reflectante de lo que lleva dentro de sí que toda la parafernalia del espectáculo reflejado.
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