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Reportaje:El debate sobre las infraestructuras

Vivir en la 'zona cero' del AVE

Los vecinos de Sants, El Prat y L'Hospitalet llevan años conviviendo con el ruido, el polvo y la basura que generan las obras del tren de alta velocidad

El polvo se cuela por la garganta, el estruendo de las máquinas retumba en los oídos y un intenso olor a cemento penetra por la nariz. Es como una gran fiesta para los sentidos: todo se huele, todo se oye y todo se ve. Las obras del AVE han convertido extensas áreas de Sants, L'Hospitalet y El Prat en una especie de zona cero dominada por el polvo y el ruido.

Unos vecinos se han quedado sin luz de la calle ni ventilación porque el 'cajón' de hormigón que recubre las vías se levanta a dos metros de su casa
"En diciembre me veo viviendo debajo de un puente", dice una joven que fue desalojada de su casa de El Prat, afectada por las obras

Desde hace años los vecinos deben esquivar zanjas, escapes de agua y maquinaria pesada cada vez que salen a la calle. Su cotidianidad se ha visto alterada de día y de noche, dentro y fuera de sus hogares. "No puedo dormir porque los obreros trabajan hasta la madrugada. He llamado a la Guardia Urbana muchas veces. Vinieron una noche y reconocieron que era ilegal, pero me dijeron que ellos no podían hacer nada", explica Adela García, una vecina del paseo de Sant Antoni, cerca del parque de la Espanya Industrial. La queja de Adela es generalizada y ocuparía un puesto de honor en un hipotético manual del damnificado por las obras del AVE.

Dice la propaganda del Adif, la empresa pública que gestiona las obras, que una vez finalizados los trabajos, los ciudadanos disfrutarán de una estación "modélica". Pero los vecinos y comerciantes de Sants manifiestan su impaciencia por unas obras que parecen no acabarse nunca y cuyos efectos se han traducido en retrasos en los trenes, caos circulatorio y calles y plazas levantadas. "La verdad es que ya me he resignado. Pero si el AVE llega en diciembre, se supone que dentro de poco los obreros van a tener que acabar, ¿no?", se pregunta Eugenio Torres, taxista, en la estación de Sants.

La inmensa mayoría de los vecinos consultados están a favor de la nueva infraestructura, pero dicen que "se podría haber hecho de otra manera". Las asociaciones vecinales critican que las administraciones no les han escuchado durante todo el proceso de construcción y acusan a los Ayuntamientos implicados de permitir que los trabajos se prolonguen hasta altas horas de la madrugada, sin respetar el descanso de los vecinos. "Lo he denunciado, pero en el Ayuntamiento me dijeron que no valía la pena multar al Adif porque les traía más cuenta pagar la sanción que parar las obras", asegura Juan Álvarez, presidente de la Asociación Carmen Amaya de El Gornal, en L'Hospitalet.

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Los camiones parecen ser los únicos que se mueven con soltura en este territorio de vallas, cables y montañas de tierra. En el número 26 de la calle de Vilanova, también el Gornal, hay cuatro grandes depósitos de cemento que abastecen a la maquinaria pesada. Están a pocos metros de los bloques de viviendas y la zona es punto de peregrinaje de decenas de camiones que van para abastecerse de cemento.

En Santa Eulàlia nace la calle de Antoni Capmany, una de las vías que unen L'Hospitalet con Barcelona. Es una de las calles que más han sentido los efectos de las obras, porque discurre casi en su totalidad paralela a las vías del tren. La polvorienta acera se ha estrechado para levantar una valla metálica de dos metros de altura que oculta a la vista los trabajos del tren de alta velocidad.

El ruido, los escapes de agua y el paso de camiones han dejado la calle inútil para la práctica del comercio y en los últimos años la mayoría de las tiendas se han visto obligadas a echar el cierre. "Nosotros resistimos porque tenemos una clientela familiar, gente del barrio de toda la vida que nos conoce", dice Josep Robert, que regenta desde hace 30 años la farmacia ubicada en el número 31. "Por aquí ya sólo queda una peluquería y un bar. Es muy triste", añade.

Unos metros más arriba, Antoni Artigues pega en la puerta de su local un cartel que reza: "Se alquila". "Al menos lo intentaremos, pero hay que ser realistas, y tal como están las cosas, esto sólo sirve como almacén. Una tienda se arruinaría, ya nadie pasa por aquí. Es el pez que se muerde la cola: si no hay gente, no hay tiendas. Y al revés", explica Artigues.

Las obras avanzan y ya se está trabajando en un cajón de cemento que cubrirá las vías de acceso a la estación de Sants desde la calle de la Riera Blanca, vía fronteriza entre Barcelona y L'Hospitalet. Esta estructura servirá para insonorizar los ferrocarriles a su paso por los núcleos con más densidad de población y alcanzará una altura de 10 metros. Pero un vecino del número 122 de la Rambla de Badal ha llevado el caso a los tribunales. El cajón se eleva a escasos dos metros del balcón de su casa, lo que le ha privado de luz y una ventilación adecuada. "Queríamos que soterraran las vías, pero no lo han hecho, por problemas económicos. Dicen que van a hacer un parque por encima de la estructura de hormigón, pero nos tememos que será un bluf, como la plaza de las Glòries", sostiene Josep Maria Domingo, del Centro Social de Sants.

El pasado mes de enero, el casco antiguo de El Prat de Llobregat fue el centro del interés informativo a causa de las grietas que habían surgido en decenas de viviendas, presuntamente como consecuencia de las obras del tren de alta velocidad. Con el precedente del Carmel de fondo, se apoderó de los vecinos la histeria, que se fue diluyendo con el paso de los días. Hoy, sin embargo, el problema sigue muy vivo para algunos habitantes de esta pequeña localidad.

Montse Anglada, estudiante, vivía de alquiler en un edificio situado en el número 32 de la calle Major, muy cerca de donde se desarrollan los trabajos del tren de alta velocidad. El inmueble quedó tan deteriorado que el pasado mes de mayo ella y sus vecinos tuvieron que ser realojados en otros inmuebles mientras duraban los trabajos de rehabilitación. "Allí pagaba 200 euros de alquiler, pero ya no podré volver porque el propietario no me renueva el contrato. En el piso en el que me realojaron no pago nada, pero en diciembre voy a tener que irme. Pero ¿adónde? Los precios en El Prat son muy caros y ni el Ayuntamiento ni el Síndic de Greuges me han dado una solución. Ahora mismo estoy muy mal porque me veo viviendo debajo de un puente", explica.

La presidenta de la Asociación de Vecinos del Nucli Antic, Rosario Amador, denuncia que el Adif todavía no ha arreglado las grietas aparecidas a principios de año. "Vamos a tener un octubre caliente. Dentro de unas semanas nos reuniremos con representantes del Adif y les vamos a exigir que paguen las reparaciones en 400 viviendas. Pero nos tememos que se van a negar a arreglar muchos de esos pisos alegando que las grietas eran anteriores a las obras del AVE", dice Amador.

Está previsto que el tren llegue a Barcelona procedente de Madrid el próximo 21 de diciembre. En teoría, las excavadoras irán desapareciendo de Sants, L'Hospitalet y El Prat a medida que esa fecha se aproxime. Sin embargo, todo apunta a que no habrá paz. Hay barrios de Barcelona en los que ya empiezan a oírse tambores de guerra. El año que viene las máquinas empezarán a perforar el tramo que va desde Sants a la Sagrera. Julio Hernán, vecino de la calle de Mallorca con Meridiana, avisa: "En principio, nos han dicho que en marzo meterán la tuneladora por el Clot. Espero que tengan sentido común y no lo hagan. Si no es así, que sepan que estamos organizados y vamos a armar jaleo. A nosotros no nos van a pillar desprevenidos".

Arriba,  un hombre mira las obras con los depósitos de cemento junto a las casas.  Abajo, a la izquierda, un paso subterráneo en la Rambla de Badal (L'Hospitalet) habilitado para el paso de peatones. A la derecha, el cajón de cemento que servirá para insonorizar el paso de los trenes se levanta a dos metros de una vivienda en la Rambla de Badal.
Arriba, un hombre mira las obras con los depósitos de cemento junto a las casas. Abajo, a la izquierda, un paso subterráneo en la Rambla de Badal (L'Hospitalet) habilitado para el paso de peatones. A la derecha, el cajón de cemento que servirá para insonorizar el paso de los trenes se levanta a dos metros de una vivienda en la Rambla de Badal.MARCEL·LÍ SÀENZ

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