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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Emociones congeladas

Venían las compañías de ópera del Este de Europa hace unas décadas a Madrid y equilibraban las temporadas líricas del teatro de La Zarzuela, que entonces giraban alrededor de los divos, con unos espectáculos en los que destacaba el trabajo de conjunto y, en especial, el nivel de calidad de orquesta y coros. Levantaban admiración. Rara es la que no venía con Boris Godunov como carta de presentación. Y todas provocaban admiración, incluso las menos famosas: la Ópera de Varna, de Bulgaria, por ejemplo, en 1978, con Stefan Elenkov, de Boris, y Alexandrina Milcheva, de Marina (no había llegado todavía la moda de las versiones originales y el acto polaco se incluía siempre). Como la ópera va por rachas empezaron a llover oleadas de críticas a estas compañías que tanto asombro musical producían, por la sencilla razón de que las puestas en escena olían a naftalina. Y así a mediados de la década de los ochenta Piero Faggioni dirigió un Boris con Raimondi en el que la teatralidad impuso unos fascinantes niveles de emoción añadida. Parecía que se había encontrado la solución adecuada desde la puesta en escena, sin que el escalofrío musical se perdiese.

Boris Godunov

De Modest Musorgski. Con Samuel Ramey, Anatoli Kotscherga y Dmitri Voropaev, entre otros. Coro y Orquesta Sinfónica de Madrid. Director musical: Jesús López Cobos. Director de escena: Klaus Michael Grüber. Escenografía: Eduardo Arroyo. Teatro Real, Madrid, 29 de setiembre.

'Boris Godunov' pasa sin pena ni gloria en esta inauguración de temporada

Madrid llevaba ya unos cuantos años sin representaciones de Boris Godunov. Dos décadas. Demasiado para una ópera tan importante y de tanta modernidad en su equilibrio de tragedia individual shakesperiana, con la culpa, la locura y la muerte del protagonista -emulando el título de un inteligente artículo de Carlos Castilla del Pino incluido en el programa de mano- en contrapunto con la tragedia colectiva del pueblo ruso. Ha llegado ahora en una coproducción con Bruselas -donde se estrenó el año pasado- y la Ópera del Rin. Las expectativas eran risueñas: un equipo escénico de prestigio, los cuerpos estables de un teatro en alza con su director titular al frente, un reparto con voces consolidadas. La realidad artística ha estado muy por debajo de los deseos. El espectáculo, utilizando terminología taurina, no ha "transmitido". Ha sido distante, frío por momentos, tedioso en otros. No ha hecho olvidar aquellos Boris de hace dos o tres décadas, con compañías invitadas o sin ellas. La nostalgia del escalofrío se ha impuesto.

Ni López Cobos ha insuflado a la orquesta la pasión que esta obra demanda a gritos -dirigiendo, eso sí, con una inmensa pulcritud-, ni ha tenido en el coro una prestación con suficiente fuerza expresiva y color, ni ha gozado de unos cantantes capaces de arrebatar con sus intervenciones. La dirección teatral ha desprendido sosería y la aportación de un pintor tan sólido escenográficamente como Arroyo no ha acabado de integrarse conceptual y poéticamente en el espectáculo. Boris Godunov pasa sin pena ni gloria en esta inauguración de temporada. Una pena, tratándose de una ópera tan magistral y tan emotiva.

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