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Reportaje:

Presidente Sarkotodo

El hiperactivo jefe del Estado se lanza a la reforma de las pensiones, el mercado laboral, la fiscalidad, la educación, la función pública...

La rentrée política de Nicolas Sarkozy ha estado a la altura de su legendaria hiperactividad. En una cita, tal vez apócrifa, se asegura que el jefe del Estado francés vaticinó hace poco a uno de sus más próximos colaboradores que "más de un ministro va a estallar en vuelo". Y al poco, un rumor, recogido por la agencia France Presse, anunciaba para el mes de enero una primera remodelación del Gobierno -que tiene escasamente tres meses de vida- con el objetivo de "abrir más el Ejecutivo", lo que traducido del lenguaje sarkoziano quiere decir entrar de nuevo a saco en el armario de la izquierda socialista con el doble objetivo de desestabilizarla para las elecciones municipales de marzo y de crear temor entre las filas conservadoras, donde la escasa disponibilidad de cargos provoca ansiedad.

Sarkozy quiere cambiar la máquina del Estado para salir del pantano de un bajo crecimiento
El mandatario sigue siendo un clásico francés que da un papel decisivo a lo público

Sarkozy ha lanzado la revolución individualista del modelo social francés. Pretende reformar el mercado laboral, las pensiones, el sistema fiscal, el modelo educativo y reducir el peso de la Función Pública a la mitad, transformando a los funcionarios en ejecutivos agresivos cuyos objetivos sean la productividad y la eficacia.

El Estado francés dejará de ser el gran artefacto creado por Jean Baptiste Colbert, el ministro del rey Sol, Luis XIV, en el que se entra para hacer una carrera perfectamente milimetrada bajo criterios entre meritocráticos y oligárquicos. Será desde ahora una máquina perfectamente engrasada para hacer que funcione la renqueante economía francesa, empantanada en un raquítico crecimiento por debajo del 2%.

Porque Nicolas Sarkozy, por más que desde la oposición de izquierdas se insista en calificarle de "ultraliberal anglosajón", sigue siendo un clásico conservador francés proteccionista que no renuncia al papel decisivo del Estado. "El desarrollo económico no es posible en un contexto de oposición entre lo público y lo privado", dijo el miércoles; "todo lo contrario: la calidad del servicio público es decisiva para el crecimiento económico y la productividad de la Administración es igual de importante que la de las empresas".

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Nicolas Sarkozy, el presidente que parece empeñado en cambiar o cuando menos reformar Francia.
Nicolas Sarkozy, el presidente que parece empeñado en cambiar o cuando menos reformar Francia.REUTERS

TRABAJO. Hacia un nuevo pacto social

Nicolas Sarkozy ha propuesto a los ciudadanos franceses un nuevo pacto social consistente en trabajar más para ganar más o, dicho en términos más solemnes, "asumir la cultura del esfuerzo", una de las obsesiones del nuevo inquilino del Elíseo.

El sistema actual no es sostenible en términos financieros, desincentiva el trabajo y no garantiza la igualdad de oportunidades. La semana laboral de 35 horas implantada por el Gobierno socialista de Lionel Jospin ha tenido efectos catastróficos para los franceses, según Sarkozy, especialmente porque es la causa de la reducción de su poder adquisitivo y del raquítico crecimiento económico.

Las horas extraordinarias ya han sido desfiscalizadas. El final del camino es la reforma del modelo laboral consistente en la generalización de un contrato menos rígido, junto a la puesta en marcha de medidas para penalizar fiscalmente las jubilaciones anticipadas y sanciones para los parados que rechacen ofertas de trabajo.

ORDEN PÚBLICO. Implacable contra la delincuencia

En Interior tuvo fama de implacable contra la delincuencia. Sacó adelante la ley que impone cumplir penas mínimas a los reincidentes. Su ministra de Justicia ha chocado con el poder judicial, que acusa al Ejecutivo de saltarse la división de poderes. Él se declara "defensor de las víctimas" y al pedir la castración química de los pedófilos.

PENSIONES. Acabar con los privilegios

Se trata de la primera gran prueba de fuerza frente a los poderosos sindicatos. Consiste en acabar con los privilegios de los llamados regímenes especiales de pensiones, básicamente de cuerpos de la función pública, pero también de algunas profesiones como los empleados de ferrocarriles, del gas, de la electricidad, los mineros y los marinos.

El cálculo de la pensión será igual para todo el mundo. Muchos primeros ministros se han dejado los dientes intentando sacar adelante esta reforma. Nicolas Sarkozy ha dejado la puerta abierta a todo tipo de componendas; la negociación se hará empresa por empresa. Eso sí, antes de finales de año debe estar cerrado este capítulo.

Si los sindicatos lo impiden, insinuó el presidente, no será posible reformar las pequeñas pensiones que reciben algunas viudas y gente que vive en el límite de la miseria. Los privilegiados tendrían la culpa, pese a que Sarkozy insiste en que "no son culpables".

ESTADO. Refundar la función pública

Francia tiene la impresionante cifra de 5,2 millones de empleados públicos, que suponen el 44% del presupuesto del Estado. Un día después de proponer "un nuevo pacto social", el presidente entró de lleno en el corazón de la reforma al anunciar la "refundación de la función pública", el núcleo duro de "la identidad republicana del Estado", como lo definió un líder sindical absolutamente sorprendido por el proyecto de "revolución cultural" anunciado por el presidente.

Nicolas Sarkozy quiere reducir drásticamente el número de funcionarios, flexibilizar su estatuto e individualizar los criterios de remuneración. Para servir de ejemplo reducirá en un 10% las plazas de la Escuela Nacional de la Administración (ENA), la fábrica de élites de Francia.

Sólo uno de cada dos funcionarios que se jubilen será reemplazado. A partir del próximo mes de noviembre, una auditoría en la que trabajarán 18 grupos de 200 personas controlará minuciosamente cada céntimo del gasto público, ministerio por ministerio.

INMIGRACIÓN. Más control, hasta con el ADN

El de la inmigración es, sin duda, uno de los temas recurrentes del presidente francés que, en su condición anterior de ministro del Interior ya consiguió el récord de hacer pasar tres leyes sobre la polémica cuestión.

La cuarta ley, ya con él en el Elíseo, la "de control de la inmigración", ha sido aprobada esta misma semana y contiene el detalle polémico del recurso a la realización de las pruebas de ADN para probar la filiación en los casos de reagrupamiento familiar, una vía de acceso a la regularización que es la mayoritaria en Francia.

Éste es un tema clave porque se dirige esencialmente a los electores del ultraderechista Frente Nacional que, por millones, han desertado de las filas de Jean-Marie Le Pen y, básicamente, entregado el palacio del Elíseo a su actual inquilino.

No los olvidó el pasado jueves en su aparición televisiva. Nicolas Sarkozy quiere imponer cuotas a la inmigración, tanto por profesiones como por origen geográfico.

SINDICATOS. Negociar con las espadas en alto

Su método no es el decreto ley, sino negociar y negociar. Los sindicatos ven que, si negocian, ya pierden y, si no, pierden legitimidad frente a la opinión pública, a favor de las reformas, incluida la de regímenes especiales y la ley de servicios mínimos que les impedirá paralizar el país como hasta ahora. Por el momento las espadas están en alto.

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