El Juli y Perera salen a hombros
El Juli no para de torear. Mientras los empresarios recomponen sus carteles en las ferias maltrechas por percances y enfermedades de la excelente cosecha de 2007 del toreo, El Juli está en todos pegando muletazos, dando estocadas, paseando orejas. A veces, mañana y tarde. Por la mañana en Francia, por la tarde en Castilla, llenando el avión de banderilleros, de picadores, de vestidos de luces y azabache, ante la perplejidad de los ejecutivos, uniformados de gris y armados de portátil. Y aún declara: "Ojalá estuviéramos en mayo porque me encuentro con muchísima fuerza".
En el primero acompasó brazos y cintura en verónicas y alegró el cielo gris con chicuelinas. Trasteando sin castigar, llegó al platillo y, tela en la izquierda, cuerpo y muñeca iban creciendo en torería para hacer el natural. Se quedó corto en los aplausos generosos que aclamaron la estocada desprendida. Pero el quinto se llevó una lección de toreo. Brindó El Juli convencido, pidió paciencia y, muleta en la cara, cuidando, sobando, lo metió en derechazos milimétricos, cada vez más hondos, más largos, más bajos... saltaban chispas. Toreo dorado y sabio, dominador y lento, toreo neoclásico, de construcción perfecta. En el callejón, cuando lo llevaba borracho en circulares, hombres de oro y plata miraban ensimismados.
Victoriano del Río / El Juli, El Fandi, Perera
Toros de Victoriano del Río; de aceptable presencia, nobles y buenos. Aplaudidos 2º, 3º y 5º, que murió bravamente. El Juli: trasera, desprendida y descabello (oreja); pinchazo, trasera y descabello (oreja). El Fandi: pinchazo hondo y sin soltar y estocada -aviso- (saludos); estocada -aviso- (oreja). Miguel Ángel Perera: baja (dos orejas); pinchazo, media y descabello (oreja). Plaza Monumental de Barcelona, 22 de septiembre. Media entrada.
Perera torea, pero no mide. De verde extremeño y oro, lanceó con gusto e impaciencia al tercero, y con gusto lo recibió en rayas, sin moverse. Vio la bondad del animal y, en los medios, lo llenaba de tela. Dócil, se iba al trapo envuelto en series engrasadas y que producían griterío. El toro, sin perder la muleta, se retorcía tras ella con lo inverosímil del ganado bravo. Y al verde de Perera le comieron las ansias. Le faltó oro, todo el resto del vestido que el toro merecía. Tampoco midió al sexto. Cambió, inmóvil, en la boca y, en infinitas series, hubo derechazos profundos que buscaban agua y, en disputa entre dominio y empaque, nacieron algunos naturales. Buenos muletazos sin ritmo ni medida. Toreo libre y suelto para un toro que pedía alejandrinos. No bernadinas.
El Fandi trajo alegrías del sur a Barcelona. Sus faenas, casi calcadas, se iniciaron de rodillas con capote y muleta. Los palos, más ágiles y potentes que frontales, pusieron a quemar las palmas. Y en medio hubo derechazos con cierto temple y algún natural de enjundia. Y la Monumental aplaudía exhalando una satisfacción agradecida, festiva y popular, mientras la carbonilla se escurría por el estuco de las cúpulas bizantinas. Contrastes deliciosos del mar antiguo.
Babelia
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