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Columna
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Ciudades creadas como espejismos

El modelo urbano de El Pocero, alzado como un espejismo sobre el desierto manchego, representa la máxima vanguardia de la urbe moderna. No hay nada más actual, en lo referente a ciudades, que comportarse como milagrosos artefactos, constituirse de la noche a la mañana y a través de las formas arbitrarias que el promotor concibe interpretando los sueños de los posibles clientes.

En Dubai, la ciudad artificial por excelencia, se ha dispuesto una réplica del Central Park neoyorquino, de las pirámides de Gizá, de la Torre Inclinada de Pisa y de los jardines colgantes de Babilonia. Orange County es el territorio con más renta per cápita del mundo, pero China ha reproducido esta tipología de California del sur tal como aparece en un reality show norteamericano (The Real Housewives of Orange County). Aunque lo mismo, o todavía más, está ocurriendo en Estados Unidos donde abundan las urbanizaciones cerradas reproduciendo ambientes idílicos del siglo XIX. "Las falsas ciudades proliferan hoy por todos los Estados desde los entornos de Kansas City a las proximidades de Washington DC", decía hace poco The Wall Street Journal.

Las grandes ciudades del mundo, desde Nueva York a París, de Venecia a Bilbao, han adquirido el carácter de marcas, bien reforzadas por la imagen de un edificio emblemático, bien por la mercantilización de sus leyendas. Tanto es así, que prevé que algunas marcas adquieran pronto ciudades simbólicas y le impriman su logo, tal como ya se hace con los teatros, los estadios, los equipos, las competiciones o las urbanizaciones.

Ikea, Toyota, la revista de decoración Dwel, Martha Stewart, a través de la constructora KB Home, ofrecen casas prefabricadas con su firma. El prestigio de un nombre, en el aspecto que fuera, procura aura al artículo elegido. ¿Cómo no esperar que pronto se vendan hogares Armani o Zara o Descamps, tras haberse acreditado a través de sus ropas de casa? Microsoft o Apple serán, a la vez, los patrocinadores de hábitats dotados de sus diseños estéticos e informáticos, según informaba, en su boletín de enero, JWT, la mayor agencia de publicidad de Estados Unidos.

El grado de fantasía, y no de funcionalidad, que otorga formidable vigor a la demanda, guía a la oferta en sus creaciones mágicas. Y lo mágico se confunde con el artificio como la utopía con el espejismo. En todos los casos domina la ficción en sus versiones surtidas.

Así viene a ser con las llamadas "aerotrópolis", ciudades que prorrumpen en torno a los aeropuertos y con tal potencia que, según The New York Times, la población que se está concentrando actualmente en torno al aeropuerto de Bangkok (una T-4 barata), inaugurado en septiembre de 2006, llegará a los 3,3 millones de habitantes en 2035. Ya antes, Shenzen, en el sureste de China, ha pasado de ser un pueblo marinero de 30.000 habitantes en 1980, a una urbe de ocho millones a finales del año pasado.

Paseando actualmente por Shenzen es difícil saber si el entorno corresponde a Houston, Phoenix o Manhattan. Y no es extraño: allí se aprovecharon grandes proyectos desechados por los estudios de Nueva York o Chicago, lo que de otra parte sucedió en Madrid con las Torres KIO de Philip Johnson. Este rosario de grandes ciudades semejantes se hallan, en fin, más vinculadas entre sí que a sus naciones, precisamente porque su patrón (o paternidad) coinciden en el sistema general del artificio.

El Pocero ha provisto a sus clientes con un gran lago festoneado de palmeras tropicales en pleno secarral de La Mancha pero, en Alemania, cerca de Berlín, también puede disfrutarse de una vegetación y ambiente caribeños bajo una gigantesca escafandra. El aire acondicionado permitió, en el pasado, ocupar territorios inhabitables; Ahora, las Marinas D'Or pueden viajar a formidable velocidad por casi por todo el mundo. Y a la inversa. El mundo de Venecia, de San Francisco o de Capri, puede llegar a la puerta de casa y, próximamente, bajo el fulgurante y prestigioso logo de una gran marca.

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