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Reportaje:

Cómo Picasso inventó el cubismo

En el terreno del arte, las grandes revoluciones no coinciden con los cataclismos políticos. En 1906, Pablo Picasso se compromete a realizar el retrato de Gertrude Stein. Necesitará 96 sesiones para terminar el cuadro, que presenta el rostro de la escritora como una máscara primitiva. Ese mismo año el pintor descubre, en el Louvre, la escultura ibérica y estudia la pintura de Gauguin. El primitivismo, el deseo de volver a lo que es natural, de romper con las convenciones sociales, se acrecienta cuando ve por primera vez tallas de lo que entonces se llamaba arte negro.

En Gósol, alejado de todo y de todos, trabajando a partir de fotografías de colecciones etnográficas, Picasso prepara su revolución. La primera gran materialización de ese deseo de "no conformarse con ver de otra manera sino en querer ver otra cosa" será Las señoritas de Aviñón, tela de gran formato, estampa de burdel de inusitada violencia plástica. Para Alfred Barr, es la primera obra cubista aunque hoy Pierre Daix haya demostrado que la afirmación es exagerada. Para construir el cuadro, Picasso realizó más de 800 bocetos.

El Museo Picasso de París presenta, hasta el 7 de enero, 350 obras cubistas -o precubistas o poscubistas- realizadas por Picasso entre 1906 y 1922. Faltan hitos insustituibles como Las señoritas de Aviñón, también los retratos de tres de sus marchantes -Vollard, Uhde y Kahnweiler-, para poder seguir la evolución picassiana -la aventura la compartió con Georges Braque-, pero esas ausencias se paliaban en parte con bocetos y materiales complementarios.

El cubismo se permite descomponer la figura científicamente, dividirla en planos, dislocar el espacio, la manera de sugerir movimiento y volumen en una superficie plana e inmóvil. Es una revolución tan mental como plástica. En su momento los resultados de la operación parecían incomprensibles. "No tiene ninguna importancia. Yo no sé inglés y para mí un libro en inglés es un libro vacío, pero eso no significa que el inglés no exista", decía Picasso. Si el espectador no descifraba la tela no tenía pues que enfadarse con el artista sino consigo mismo por no haber aprendido un nuevo lenguaje. Para el artista, "el cubismo no es ni una semilla ni un feto sino un arte que trata sobre todo de las formas y, cuando una forma se materializa, ésa vive su propia vida".

La evolución cubista de Picasso, del llamado cubismo analítico al sintético finalizando en el estrictamente picassiano, es una aventura prodigiosa, hecha de talento, imaginación y humor. Por ejemplo, a principios de la segunda década del siglo las palabras pueden sustituir a la cosa. Ya no se trata de reconocer el motivo, sino únicamente de saber que está ahí. No hace falta pintar todas las páginas de un diario para que el periódico esté allí. A partir de 1912, en forma de collage, la propia materialidad de la hoja impresa se instala en la tela. La aventura continúa.

Picasso ante su cuadro <i>Homme accoudé sur une table</i> (1916), en el taller de la rue Schoelcher.
Picasso ante su cuadro Homme accoudé sur une table (1916), en el taller de la rue Schoelcher.

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