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Columna
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En campaña

Hablo de un asunto apasionante, de masas, aunque no le interese a nadie a quien yo conozca directa o indirectamente: la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos. El ruido que esta nueva disciplina produce hace pensar que en Andalucía, como en el resto de España, preocupa mucho la educación. Pero la mayoría de los padres ni saben las asignaturas que estudian sus hijos. El afán de los partidos por cambiar planes de enseñanza y reformar lo ya muchas veces reformado no es respeto por la enseñanza, sino menosprecio recalcitrante: hagas lo que hagas en el Ministerio de Educación, metas o quites asignaturas, da igual. Yo me contentaría con que en las escuelas se impartieran tres idiomas, matemáticas, música, fontanería y electricidad, además de un programa de lecturas, charlas y excursiones.

La nueva asignatura, Educación para la Ciudadanía, ha provocado en Andalucía 260 objeciones de conciencia paterna y que el Tribunal Superior de Justicia se preocupe por el derecho fundamental a la libertad de enseñanza, religión e ideología, según informaba ayer Isabel Pedrote en estas páginas. Esto lo consideran algunos un desorden, pero yo lo veo como algo normal y saludable en un Estado democrático: los ciudadanos entienden que alguna ley vulnera sus derechos y se dirigen al tribunal correspondiente. El PP descubre aquí una ocasión de debilitar a los gobernantes del PSOE, a quienes acusa de atentar contra la libertad y la familia, y a los socialistas les encanta la trifulca.

Se movilizan. Montan una "campaña informativa" por los pueblos: la nueva asignatura es muy importante porque enseña "principios y valores cívicos a nuestros jóvenes". El presidente Chaves atisba en la Educación para la Ciudadanía el principio del descenso de los accidentes de tráfico. Las curiosidades que sueltan el PP y sus afines no son menos llamativas: nombran el mal, el marxismo, la ETA. (¿Y por qué no los maremotos? ¿Qué pasa con los maremotos?). "Esta ley va a enseñar a los jóvenes que la banda terrorista ETA marca el futuro de España", ha profetizado en un ataque de iluminación el secretario andaluz del PP, Sanz. Vistas las cosas que dicen unos y otros, estamos en campaña electoral.

No creo que así reduzca el PP andaluz la distancia tajante en votos que, según el Centro de Análisis y Documentación Política y Electoral de la Universidad de Granada, le sacará el PSOE en primavera: un 15%. Si el PP sigue manejando argumentos tan admirables como los de su secretario, puede quitarse el miedo a tener que gobernar después de las próximas elecciones. Es improbable que con esa línea de alucinante visión política gane el voto tranquilo y un poco abstencionista que alimenta los triunfos electorales. Mantendrá sus votos de hierro, acorazados, aunque sus fieles católicos no piensen en la ETA, sino en asuntos más perdurables, como la familia y el sexo.

¿Qué dice la nueva asignatura sobre el aborto y el matrimonio? Dirá, entre otras cosas, lo que digan los manuales de Educación para la Ciudadanía que publican las editoriales católicas con el beneplácito, me figuro, de su Iglesia. Son libros de órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza, y sería terrible que los salesianos y los maristas, por ejemplo, fueran excomulgados. Y dirá lo que digan los idearios de los colegios católicos, que ya imparten la asignatura. No sé si el PP conoce de estas circunstancias. Como opinaba el teólogo Juan José Tamayo el pasado miércoles en este periódico, a partir de ahora habrá en bastantes escuelas dos clases de catolicismo en vez de una: la de religión y la de Educación para la Ciudadanía.

Yo sustituiría las lecciones de valores por la lectura escolar, comentada, de lo esencial de la Constitución, el Código Civil y el Código Penal. (Leí el jueves la columna excelente de Luis Manuel Ruiz, La asignatura. Luis Manuel Ruiz tiene que enseñar este curso la disciplina maldita, así que hablaba con la autoridad que da el futuro fracaso.)

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