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La primera Diada del presidente Montilla

El PP recibe los mayores abucheos en la ofrenda a Casanova

Grupos de independentistas boicotean con insultos el acto de apertura de la Diada

Miquel Noguer

Nada ha cambiado desde 2003. Después de tres años de ausencia, la dirección del Partido Popular regresó ayer a la ofrenda floral al monumento de Rafael Casanova en Barcelona. Y al igual que en 2003 fueron recibidos por parte de un centenar de independentistas con insultos, abucheos y gritos aislados a favor de la organización armada Terra Lliure. Ningún partido se libró de los abucheos; tampoco el presidente de la Generalitat, al que los concentrados dedicaron su insulto favorito: "botifler".

Todos parecían querer acabar lo antes posible con el mal trago. Comenzando por los miembros del Gobierno y acabando por los dirigentes de Convergència i Unió, las principales instituciones y partidos catalanes pasaron uno a uno por el monumento a Rafael Casanova para hacer la ofrenda floral. Entre el público, convenientemente situado tras un fuerte dispositivo de seguridad, una cincuentena de independentistas que reclamaban protagonismo a base de abucheos a los políticos. Fueron tres horas de insultos y descalificaciones de una parte del público a los que ni los aplausos de otro sector ni el omnipresente himno de Els segadors" consiguieron poner sordina.

La delegación del PP, encabezada por su presidente, Daniel Sirera; la del RCD Espanyol, con Daniel Sánchez Llibre al frente, y la del Gobierno catalán, con el presidente José Montilla en primer lugar, fueron, por este orden, los más abucheados. El paso de los dirigentes del PP ante la estatua del que fue conseller en cap de Barcelona durante el asedio de las tropas borbónicas en 1714 fue penoso. Les dedicaron los insultos de "traidores" y "botiflers", el calificativo que recibieron los catalanes que en 1714 se alinearon con los Borbones y contra los Austrias. Además de estos calificativos, ya tradicionales y dirigidos también a otras formaciones, algunos concentrados lanzaron vivas a Terra Lliure.

"Son los de siempre, unos pocos, pero hacen mucho ruido", decía poco después y con ganas de relativizar un dirigente del PP. El mismo dirigente, sin embargo, cuestionaba la idoneidad de volver a participar en un acto que el partido borró de su agenda en 2004 por decisión del dimisionario Josep Piqué.

Tras la ofrenda floral, el presidente del partido en Cataluña, Daniel Sirera, defendió la vuelta al monumento a Casanova por su voluntad de "dar voz a los catalanes que no somos nacionalistas", y reivindicó que la Diada tiene que ser una "fiesta de todos y no monopolizada por unos cuantos". No abundó en los abucheos: "Hemos visto la intolerancia y el fascismo de unos cuantos, pero el sentimiento mayoritario de Cataluña no es el que hemos podido ver al lado de este monumento".

El resto de partidos e instituciones pasaron por el monumento con más pena que gloria. El presidente Montilla fue recibido a gritos de "botifler", el Gobierno fue tildado de "traidor" y los representantes de los tres partidos que los apoyan recibieron similar tratamiento. Tampoco Convergència i Unió se libró de tan poco edificante espectáculo. Montilla se marchó del lugar sin hacer declaraciones. El día anterior, en su mensaje institucional, había pedido "respeto" a la "pluralidad" de Cataluña. Está claro que sus palabras no alcanzaron a un sector del público; el mismo que poco más tarde increpó a los dirigentes de Esquerra Republicana en el Fossar de les Moreres y al cantaor Miguel Poveda en el acto de la Ciutadella.

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Nadie, salvo los abucheadores, parecía satisfecho en los alrededores del monumento a Rafael Casanova. Un dirigente del Partit dels Socialistes y otro de Iniciativa coincidían en calificar de "error" el formato de la ceremonia. "Cuando las izquierdas llegamos al Gobierno deberíamos haber cambiado esto; bastaría una ofrenda floral conjunta y nos evitaría todo este espectáculo".

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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