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La pasión por el paisaje de Ortiz de Elgea alcanza su madurez

El pintor exhibe en su Vitoria natal 58 trabajos recientes

No se trata de una antológica de Carmelo Ortiz de Elgea (Vitoria, 1944), pero la exposición que presentó ayer en la sala de la Fundación Caja Vital de su ciudad natal (Postas, 13-15) supone un resumen de toda su amplia trayectoria artística. Al pintor le ha costado seleccionar las 58 obras que se exhiben de entre toda su colección última, dada su intensa producción, que se mantiene desde el principio unida al paisaje, a la recreación de la naturaleza, que llega aquí a su madurez.

Todo comenzó en su infancia, cuando en los grises años cuarenta, la familia de Ortiz de Elgea se trasladó desde la capital alavesa hasta el cercano pueblo de Aretxabaleta. En mitad del campo que anuncian Olarizu y más allá los montes de Vitoria, aquel niño comenzó a descubrir la naturaleza y a recrearla con una caja de pinturas de colores.

Desde entonces, no ha descansado. Con sólo 17 años expone por vez primera en los salones de la Caja de Ahorros de Vitoria y pronto se introduce en los ambientes artísticos vascos.

Ya en esa primera muestra se aprecia su pasión por el paisaje y el interés por descubrir todo lo que puede ofrecer un lienzo en blanco. Ayer lo reconocía el propio Ortiz de Elgea en la presentación de la muestra. "He pasado por la figuración, la pintura matérica, el informalismo, el pop-art, pero siempre con la naturaleza enseñándome a pintar", comentó.

En 1968, obtuvo el Gran Premio de la Pintura Vasca con una obra pop. En aquel momento formaba parte del grupo Orain, junto a su íntimo Juan Mieg, además de Juan Fraile y Alberto Schommer. Es en ese momento cuando el Museo de Bellas Artes de Bilbao adquiere una de sus obras y se convierte en el artista más joven que accede a la colección de la pinacoteca bilbaína.

Ortiz de Elgea salía entonces al campo con su cuaderno y sus lápices para tomar apuntes del natural. Cuarenta años después mantiene la misma práctica. "Son bocetos que luego transformo en el estudio. Es una pintura que llega desde la calle hasta adentro, siempre en gran formato, quizás porque busco llegar a las proporciones reales", explicaba ayer.

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Las 58 obras que se pueden contemplar hasta el próximo 10 de octubre en la citada sala de Vitoria se caracterizan por esas dimensiones superiores, que llevan al espectador a vivir el paisaje que recrea el pintor.

Pintura religiosa

Ortiz de Elgea reconoce la solidez que desprende su última obra, como si fuera un resumen visceral de todas las inquietudes creativas que le han asaltado a lo largo de su carrera. Quizá por ello, no extraña que haya dejado un pequeño apartado a media docena de obras de temática religiosa, un género que le interesa desde su juventud, cuando completó su formación en el Museo del Prado. "Yo distinguiría entre la pintura religiosa desde la mística, como la que practicaron Fray Angelico, Giotto o incluso El Greco, y la pintura religiosa como excusa. Yo me identifico con esta última, que permite recrearte en algo más que el propio motivo religioso", aclaró.

En estas obras, como en el resto de la exposición, las figuras humanas o el tema actúan como una excusa para poder dar rienda suelta a su pasión por el color, por recrear la sensación caleidoscópica de la mirada intensa a la naturaleza en toda su complejidad, su verdadera obsesión.

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