El SPD, sin opción
La socialdemocracia alemana vive malos tiempos. La demagogia en el discurso, mezclada a una política de reconversión del Estado social para atajar un desempleo que superaba el 10%, llevó al canciller Schröder a convocar elecciones un año antes de que finalizase la legislatura. La campaña electoral, ejemplar desde el punto de vista de la eficacia, dejó patente que las promesas que agradan al electorado, por inverosímiles que suenen, al final captan votos. Aun así no pudo superar, aunque le faltase muy poco, a la candidata de la democracia cristiana, Angela Merkel, que cometió el gravísimo error de intentar ganar credibilidad, omitiendo vanas promesas.
En la primera gran coalición de 1966-1969, la CDU, muy debilitada después de casi 20 años de Gobierno, mantuvo el puesto de canciller en la persona de Georg Kissinger. Pese a tres años de una política de reformas exitosa, la primera gran coalición cumplió la función que el SPD le había asignado, servir de trampolín para un Gobierno de Willy Brandt.
La que hoy gobierna, en cambio, está presidida por una CDU que, tras una interrupción de siete años, accede con cierto ímpetu a un Gobierno presidido por una canciller que ya nadie duda que es la revelación política de la Alemania unida, mientras que un SPD agotado y sin liderazgo claro -en los tres últimos años ha cambiado tres veces de presidente-, permanece en el Gobierno sin otro fin aparente que no descomponerse en la oposición.
Como en 1969, también ahora se perfila un triunfo electoral del partido que ha llegado al Gobierno desde la oposición, y como entonces se comprueba un fortalecimiento de las fuerzas políticas a la izquierda del SPD. En 1966 la gran coalición contó desde el primer momento con el rechazo de una parte importante de la izquierda, que terminó formando una "oposición extraparlamentaria" (APO), que tuvo su peor secuela en la aparición de un grupo terrorista (RAF), activo entre 1972 y 1978, y su mejor efecto en el surgimiento de los verdes que, además de introducir una dimensión ecológica en la política, supusieron una renovación del sistema político, aunque luego en la práctica institucional quedaran muy lejos de la "democracia de base" que predicaron en los comienzos.
También en esta segunda oportunidad la gran coalición ha favorecido que a la izquierda del SPD se consolide un partido, con la arrogancia añadida de llamarse La Izquierda, como si no hubiese otra, surgido de la fusión del Partido del Socialismo Democrático (PDS), que a su vez provenía de la renovación del Partido Socialista Unificado (SED) de la antigua RDA, con un grupo escindido de la socialdemocracia que encabeza su antiguo presidente Oscar Lafontaine. Signo de los tiempos es que este nuevo partido, presente ya en el Parlamento federal, en algunos parlamentos de los Estados federados, incluso en algunos Gobiernos de los nuevos Estados, concretamente en Berlín, haya renunciado al vocablo "socialismo", que hoy se tiende a sustituir por "izquierda" o "progreso".
La historia se repite. Los partidos establecidos, pero sobre todo el SPD, al que los verdes quitaban votos por la izquierda, se comprometieron a que no formarían Gobierno con los recién llegados, hasta que en 1985, cinco años más tarde de promesas tan solemnes, Joschka Fischer coaligara con el SPD en Hessen. También ahora el anodino presidente del SPD, Kurt Beck, proclama que no habrá ninguna coalición con "La Izquierda", "ni en el Gobierno federal, ni en los Gobiernos de los Estados federados del oeste". No sólo porque la mera posibilidad de llegar al Gobierno mejoraría el voto del nuevo partido de izquierda, sino sobre todo porque facilitaría el que la CDU ganase las elecciones regionales, proceso que ya empieza en enero de 2008, y las generales dentro de dos años, simplemente insistiendo en que votar al SPD sería hacerlo a una coalición "de los rojos con los rojos". No sólo una buena parte de los afiliados del SPD no comprenden esta política de exclusión de "La Izquierda", sino que rompe con la lógica más elemental: ¿por qué en ningún caso una coalición a nivel federal o en los Estados del oeste, cuando ya funciona en el este?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.