Bush promete una próxima reducción de tropas
El presidente de EE UU visita una provincia insurgente y se declara satisfecho de su estrategia
Después de certificar personalmente lo que entiende como el éxito de su estrategia en Irak, el presidente George W. Bush anunció ayer en una base aérea situada en la simbólica provincia de Al Anbar, un feudo de la insurgencia hasta ahora, que los soldados estadounidenses podrían empezar a volver a casa si se mantienen los progresos actuales. No dijo cuántos ni cuándo. Pidió a todos esperar a que el jefe de la expedición en Irak, el general David Petraeus, presente la próxima semana su esperado informe al Congreso. Pero parece ya fuera de toda duda que tanto ese informe como el sorprendente y secreto viaje de ayer están destinados a defender ante la opinión pública de Estados Unidos la necesidad de continuar con el esfuerzo militar en Irak.
"El general Petraeus y el embajador Crocker [el jefe de la misión estadounidense en Bagdad, Ryan Crocker] me han dicho que si los éxitos que estamos viendo continúan, será posible mantener en el futuro los mismos niveles de seguridad con menos fuerzas norteamericanas", declaró Bush al término de poco más de seis horas en Irak, en las que se entrevistó con los responsables militares de su país, con las principales autoridades de Irak y con líderes locales, y en las que, en su papel de comandante en jefe, entró en contacto directo con sus hombres y mujeres de uniforme. "¿Cómo está la moral?", preguntó a un capitán de la fuerza aérea. "Muy alta, señor", le contestó.
George W. Bush eligió para esta inesperada visita, la tercera de su mandato, un punto en el desierto cercano a la ciudad de Ramadi, en el corazón de la provincia de Al Anbar, a menos de cien kilómetros de Bagdad. Esa región era hasta hace pocos meses, como repitió Bush, una tierra sin ley, dominada por la violencia y a punto de caer en manos de Al Qaeda. Últimamente, la insólita colaboración entre los mandos estadounidenses y los jefes suníes de la zona, temerosos del crecimiento de la red terrorista, consiguió revertir la situación drásticamente.
Con su presencia, Bush quiso ayer dejar claro hasta qué punto la seguridad ha mejorado en esta área. El presidente de EE UU aprovechó para poner el caso de Al Anbar como ejemplo de los progresos en Irak desde que el general Petraeus, con el apoyo de 30.000 soldados de refuerzo, puso en marcha una nueva estrategia, conocida en el lenguaje político norteamericano como surge y que consiste, básicamente, en mantener el control y establecer bases permanentes en las zonas ganadas militarmente a la insurgencia.
Así se ha hecho en Al Anbar, y pretenden hacerlo también las tropas estadounidenses en Bagdad y otras regiones del país en las que el nivel de violencia ha aumentado constantemente en los últimos meses. "El éxito es posible en todo el país si los líderes locales luchan contra Al Qaeda como lo han hecho en Al Anbar", prometió Bush. Para agradecer ese apoyo, Bush se reunió ayer con un consejo de dignatarios suníes, a los que garantizó que Estados Unidos no va a retirarse precipitadamente de Irak. "Les he asegurado que Estados Unidos no abandona a sus amigos, que no abandonaremos a Irak", declaró.
Esta promesa frustra, por supuesto, el deseo de una mayoría de norteamericanos que, como muestran todas las encuestas, quieren la retirada de Irak, y desafía también la exigencia de la mayoría demócrata del Congreso, que ha pedido reiteradamente al presidente el reconocimiento de que la guerra ha sido un error y un calendario preciso para salir de aquel país.
El esperado informe militar
A unos y a otros, Bush pidió ayer que esperen a lo que Petraeus tiene que decir la próxima semana en Washington. El presidente anticipó que el tono del informe será positivo, anotando avances sustanciosos en distintos apartados de seguridad, hasta el punto de poder vislumbrarse, por primera vez, una futura reducción de tropas. Ahora bien, si, desde el punto de vista de la Casa Blanca, las cosas han mejorado en Irak, es porque el número de tropas se incrementó la pasada primavera hasta los 162.000 soldados con que Petraeus cuenta en la actualidad. Para que los avances continúen, seguramente advertirá el general, es necesario mantener ese nivel varios meses más, probablemente un año más.
¿Aceptará el Congreso una propuesta así? Difícil decisión. Por un lado, la premura del calendario electoral, con primarias a cuatro meses vista, aconseja a los demócratas presionar a favor de la retirada cuanto antes. Pero, por otro lado, la recomendación de un general de prestigio como Petraeus de que, con un poco más de esfuerzo y de paciencia, las cosas pueden mejorar en el país árabe, resulta difícil de rechazar para unos políticos que buscan ser comandantes en jefe algún día.
Con vistas a este duro duelo que se espera en pocos días, Bush jugó ayer sus bazas a fondo. Se dio un baño de multitudes entre la tropa, se dejó aclamar y fotografiar, y les aseguró que los ciudadanos estadounidenses están con ellos. De alguna manera, después de casi cinco años de guerra, Bush ganó ayer su primera batalla.
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