Los demócratas se apuntan la salida del fiscal como una victoria
La oposición pide que Bush nombre aun sucesor que respete el imperio de la ley
"Más vale tarde que nunca". Así reaccionó John Edwards, que aspira a la nominación del Partido Demócrata en las elecciones a la presidencia de Estados Unidos de 2008, tras conocer la dimisión del fiscal general, Alberto Gonzales. El anuncio supone una victoria para los demócratas, que exigían su cabeza desde la primavera, pero les deja sin una importante arma para seguir minando al presidente Bush, quien de regreso de las vacaciones deberá afrontar un peligroso debate parlamentario sobre Irak.
La principal acusación demócrata contra Gonzales es que carecía de la independencia necesaria para estar al frente de un puesto tan importante. Según el senador demócrata por Nueva York, Charles Schumer, miembro del Comité Jurídico de la Cámara Alta, se trata de uno de los departamentos más importantes del Gobierno de Estados Unidos que incluye, entre otras materias, la lucha contra el terrorismo y la protección de los derechos civiles.
"Necesitamos a alguien que ponga el imperio de la ley por encima de cualquier consideración política", dijo el legislador, que había presentado hace semanas un proyecto de moción de censura contra Gonzales. Schumer dijo que la dimisión del fiscal general era "lo correcto".
Barak Obama, otro de los aspirantes demócratas a las presidenciales de 2008, aseguró que el fiscal general se había dedicado estos años a promocionar los planes políticos de la Casa Blanca, y recordó que el responsable de Justicia está ahí para "ser el abogado del pueblo, no del presidente". Hillary Clinton se expresó en términos similares y en la necesidad de nombrar un fiscal "que ponga la ley y nuestra Constitución por encima de las políticas partidarias".
Harry Reid, líder de los demócratas en el Senado, dejó claro que la dimisión de Gonzales no pone fin a la investigación de los escándalos que rodean a sus polémicas decisiones, como el despido de ocho fiscales por motivos políticos. "El Congreso debe llegar al fondo de esta cuestión y seguir los hechos hasta la Casa Blanca", aseguró.
Los analistas políticos consideran que esta dimisión tiene una consecuencia colateral, que deja a las filas demócratas sin una de sus principales bazas contra el presidente George W. Bush. Y ponen como ejemplo lo sucedido tras la dimisión de Donald Rumsfeld, que fue sustituido al frente del Departamento de Defensa por Robert Gates, una persona respetada por todos en el Congreso.
Los que sonríen, según los comentaristas políticos, son los candidatos republicanos, que hasta la fecha estaban teniendo verdaderas dificultades para recaudar fondos con los que financiar sus campañas a las primarias de su partido a las presidenciales.
Agradecimiento republicano
Los conservadores se limitaron a agradecer su trabajo a Gonzales. "Su vida puede definirse por la devoción a su familia y su profundo compromiso con la vida pública", dijo el congresista republicano Whip Blunt, quien destacó su "duro trabajo en defensa de nuestro país". Y como sus rivales demócratas, esperan que la Casa Blanca presente a su candidato antes de hacer comentarios sobre sus cualidades.
"Esperamos que la persona que elija el presidente no se vea sometido al mismo ambiente partidista envenenado al que lamentablemente hemos tenido que acostumbrarnos durante los últimos meses", espetó el líder de los senadores republicanos, Match McConnell. El presidente del Comité Judicial de la Cámara, el demócrata John Conyers, dijo que es un día triste para EE UU, y recuerda a sus rivales que este desenlace es fruto de la nube de sospecha que se puso sobre el sistema judicial.
La pregunta que se hacen ahora en Washington es quién será el sustituto. La Casa Blanca quiere ser diligente, pero no lo tendrá fácil. Uno de los nombres que se citan es el del secretario de Seguridad Interior, Michael Chertoff. Tiene en contra los problemas en la gestión de la crisis del huracán Katrina en Nueva Orleans, de cuyo paso se cumplen mañana dos años.
Los analistas creen que la Administración de Bush podría estar más interesada en presentar a una persona políticamente más independiente y con una trayectoria legal más sólida. Los mejor colocados serían en este caso Larry Thompson y James Corney, antiguos miembros del Departamento de Justicia.
El presidente de EE UU necesita encontrar una persona que le permita quitarse de encima alguna de las tormentas políticas que se ciernen sobre la recta final de su mandato y conseguir una aprobación por aclamación en el Congreso. No puede permitirse una nueva confrontación con una oposición demócrata, que se siente cada vez más fuerte, en torno a un candidato inadecuado.
Los republicanos están en este momento más preocupados por las elecciones que en apoyar indefinidamente a su presidente. El senador demócrata Schumer dejó claro que espera que los legisladores de ambos partidos puedan hablar con el aspirante antes de que se lance la audición formal de nominación. Por eso pide a la Administración de Bush que trabaje con ellos para que el proceso de designación avance sin sobresaltos y "corregir el rumbo de un barco que se hundía".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.