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Reportaje:Servicios públicos

Helicóptero que estás en los cielos

Guardia con una de las cinco aeronaves que cubren las emergencias sanitarias de Andalucía

José da un salto y pisa el suelo mientras las aspas aún giran. Rápido. La manguera. Combustible preparado. Estado: disponible. Francisco saluda corriendo. Sin parar ni para presentarse. Deprisa. Entra en la garita del 061 situada junto al hospital comarcal de Baza (Granada). Coge gasas y medicamentos para reponer lo que han gastado en la última asistencia. Camilla limpia. Todo preparado.

La disponibilidad del aparato ha de ser casi inmediata en las emergencias sanitarias. "No se trata de trasladar rápido a los heridos más graves, sino de que el médico les atienda cuanto antes". El comandante Salvador Carrazoni lleva tres años tras los mandos del helicóptero sanitario que cubre Granada, Almería y el Este de Jaén. En algún momento volverá a pilotar en el Ejército, del que está en excedencia tras 22 años, pero esto le gusta "mucho, mucho".

En la urgencia prima estabilizar y acudir lo antes posible a un medio hospitalario
Lo peor de este trabajo no son las horas de espera. Es lo que ven.
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José Antonio Rojas es el mecánico. Aunque ahí arriba hace las funciones de copiloto. También viene del Ejército, pero con casi siete años en Baza a sus espaldas, ya es más de aquí que de allí. Sin sus indicaciones, Salvador lo tendría difícil para aterrizar quién sabe dónde: en el helipuerto de un hospital, pero también en campos de fútbol, en un descampado o en cualquier autopista.

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Y lo de aterrizar en cualquier lado tiene su aquel. Aseguran que más de un conductor ha quedado embobado mirando el helicóptero. Y así es fácil que te arrollen. "Cuando llegamos al accidente, la Guardia Civil nos señala la zona más segura para aterrizar", dice Salvador. "A veces no hay más remedio, pero yo prefiero no aterrizar en medio de una autopista".

Aunque habituales, no sólo cubren accidentes de tráfico. También dan cobertura a los pueblos con difícil acceso a un centro de salud. Aquellos un tanto "dejados de la mano de Dios". Desde muchos pueblos de la Alpujarra granadina puede llevar horas llegar hasta el hospital más cercano. Y muchos de sus habitantes son conscientes de ello. El equipo recuerda la anécdota de una anciana a la que fueron a atender. "Cuando terminamos, meneó la cabeza y dijo que allí no pasaba la noche, tan lejos de un hospital", cuenta Felipe.

El resto de la tripulación la componen Felipe Segura, médico, y Francisco Javier Parra, enfermero. Juntos preparan la unidad para el próximo herido. "Aquí hay que trabajar en equipo, hay que ser flexible y tener en cuenta que, aunque hay roles, hay que hacer de todo", comenta Francisco, agachado junto a la camilla. Por dentro, el helicóptero parece un pequeño hospital. A lo ancho, el enfermo. A su cabeza y sus pies, médico y enfermero. Frente a ellos, los cajones con el material y los monitores. "El espacio es muy comprometido para trabajar, si el enfermo se desestabiliza en el aire, a veces es mejor aterrizar para maniobrar", dice Felipe.

Durante el vuelo hay que tener en cuenta la altura, por el efecto que pueda tener la presión en los pulmones del herido, "el resto es prácticamente igual". El médico explica el abc de la asistencia de urgencia. Y zanja: "Prima estabilizar y acudir lo antes posible a un medio hospitalario".

Mientras hablan suena un móvil. "¿Ya nos vamos otra vez?". No. Falsa alarma. Son las 14.30 y han pasado fuera toda la mañana. A las 9.00 recibieron el primer aviso. Un turismo volcado al salirse de una vía al norte de Jaén. Tres heridos graves. Una familia. Al helicóptero. Llegada al lugar del accidente. La madre ha muerto. El padre, que fallecerá posteriormente, es trasladado por el helicóptero de Córdoba, que también se ha desplazado a la zona. Ellos se hacen cargo de la hija de 10 años para trasladarla al hospital de Jaén. Está grave. Hay que retrasar el vuelo hasta que logran estabilizarla.

Otra llamada. Tampoco es un aviso. Era para informarles de que el hombre del accidente que han atendido ha muerto. Lo peor del trabajo no son las horas de espera. Es lo que ven. "Hoy una niña se ha quedado huérfana", dice José tras el timbrazo.

A comer. No saben si llegarán al segundo plato o se levantarán corriendo sin terminar el café. Mientras, surgen las anécdotas. Hablan de turnos y horarios. "El mayor índice de divorcio lo tenemos los pilotos", dice Salvador, que trabaja 22 días seguidos y libra ocho. "Y los mecánicos". "Y los médicos", le responden. Ríen.

Tras la comida se dirigen a la caseta del equipo del 061, a unos metros de donde se posa el helicóptero. Si no hay llamadas, queda la espera. Cuatro sofás reclinables comparten estancia con un televisor. En el pequeño edificio hay también una lavandería, almacenes, baños y la sala principal, donde cuelga la cartografía de la zona. Unos se tumban y otros navegan por Internet.

Francisco coge varias ampollas medicinales mientras reorganiza su almacenaje en el helicóptero. "Estoy harto de encontrar las drogas clasificadas por nombre, parezco un bibliotecario", se queja. "Voy a cambiar el orden; más abajo, menos uso; y enfrente, las más frecuentes". Pronto se vuelve hacia Salvador y comparan aeronaves.

Los temas de aviación son recurrentes. Salvador se explaya y cuenta cómo era todo cuando él empezó. Francisco pregunta por otros helicópteros. El de Sevilla es un Augusta 109 Power. Alcanza una velocidad de crucero de 300 kilómetros por hora. El suyo, algo menos, vuela rondando los 220. Pero el Bell 412, el de Baza, es el más grande de Andalucía, el único en el que caben dos camillas. Es el de catástrofes, el que acudió al accidente de Carboneras, cuando un tejado se derrumbó sobre unos obreros, o el que fue a Lopera a socorrer a los heridos del autobús que volcó. "Este trabajo da muchas satisfacciones, sin los equipos de emergencia hay gente que no saldría adelante", dice Felipe.

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