La escalada del bochorno
La gresca en la que se vieron implicados el pasado miércoles distintos diputados en el parlamento boliviano transmite al mundo una imagen bochornosa del país. La tensión es tal, vienen a sugerir las imágenes que no dejaron de repetirse por televisión, que la única salida son los golpes. Y lógicamente a quien afectan más este tipo de situaciones es al presidente, a Evo Morales, al referente de un cambio radical que fue apoyado masivamente en las urnas. No es lo mismo, sin embargo, triunfar en unas elecciones después de largos meses de intensa conflictividad social que gobernar un país fracturado en varios frentes: una inmensa pobreza frente a unos cuantos ricos; una zona oriental pujante y moderna y una zona andina con amplia población indígena que mira con nostalgia al pasado; una sociedad con débiles instituciones democráticas y que recela y desconfía profundamente de los partidos políticos tradicionales. Y así sucesivamente.
Esta vez la bronca se desencadenó porque la Comisión de Derechos Humanos liberó de culpa a cuatro magistrados del Tribunal Constitucional, de los cinco con que cuenta este órgano, que habían sido acusados de prevaricación por el presidente Evo Morales. No se aceptó el dictamen de la Comisión, llegó la trifulca iniciada por parlamentarios de Podemos, los diputados del Movimiento al Socialismo siguieron adelante en el edificio de Vicepresidencia con el juicio a los magistrados (que se aprobó con mayoría del MAS), mientras en el congreso permanecía la oposición. Al bochorno de los golpes sucedió el bochorno de la chapuza.
El rodillo de la mayoría
Falta de transparencia y arbitrariedad. Esos términos resumen, de manera burda, este último desacuerdo entre gobierno y oposición. Tal como recoge una comunicación del Tribunal Constitucional, en el desarrollo de la acusación contra los magistrados no ha habido una investigación rigurosa que justifique los cargos. Lo que se transmite entonces es que, ante las dificultades de convencer, se aplica el rodillo de la mayoría parlamentaria, un procedimiento que recuerda mucho las maneras de Chávez.
Cierto que una oposición resabiada y acostumbrada a mandar está sembrando de complicaciones la gestión de Evo Morales. Unos y otros abusan de los grandes gestos y de las grandes consignas patrióticas frente al tratamiento racional y a la discusión democrática de los abundantes problemas del país. Y así surge la bandera del juicio al ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada en el mismo momento en que la Asamblea Constituyente naufraga gracias a la propuesta de la oposición de trasladar la capitalidad de La Paz a Sucre. Un traslado que ocasionaría tantos problemas, y que sería tan gravosa, que tiene mucho de pura demagogia y poco de sentido común.
La bronca del otro día es un síntoma preocupante de que en Bolivia se están perdiendo los nervios. Sin respeto a la legalidad democrática, la profunda transformación que está viviendo el país andino puede descarrilar. Y con eso sólo ganarían los sectores que fueron derrotados en las urnas.
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