Desconocidos y desatendidos
Los transexuales masculinos demandan más investigación y una mejor atención sanitaria
Frente a las transexuales femeninas, más conocidas y presentes en los medios de comunicación, pero también estigmatizadas y afectadas por la prostitución o el paro, la transexualidad masculina es una realidad a la que pocas personas sabrían ponerle cara. Los guipuzcoanos Amets Odriozola e Imanol Noia, dos de los más de 30 transexuales masculinos que viven en Euskadi y Navarra, esperan que logrando visibilidad trascienda su principal demanda: una atención sanitaria pública y de calidad que investigue para perfeccionar el tratamiento de reasignación sexual y determinar sus riesgos.
Lejos del tópico, la operación genital no es la intervención principal y muchos prescinden de ella
"Mi hijo me soltó un día: 'Tú antes eras una chica' y le dije que sí. Con los niños es todo más fácil"
Ambos tenían claro desde niños que se identificaban con los chicos, aunque no supieran ponerle nombre. "La transexualidad no es una patología, sino algo presente en la naturaleza que cuestiona la bipolaridad rígida, pero la sociedad no acepta la ambigüedad", explica Iván Garde, presidente de la asociación navarra de transexuales Ilota Ledo. "Cuando de pequeño te niegan tu identidad, aparcas en el subconsciente tus sentimientos y creas una identidad artificial, hasta que un detonante hace que aflore todo". Un programa televisivo sobre transexuales femeninas y una charla con un transexual masculino catalán fueron los de Amets e Imanol.
A Odriozola su médico de cabecera le asignó a un psicólogo y un endocrino, aunque relata que le confesaron que "lo que saben sobre el tema lo van aprendiendo" con él. No todos tienen esa suerte: como la Seguridad Social no excluye la transexualidad, pero tampoco la incluye de manera explícita en el catálogo de prestaciones, muchos especialistas rechazan a estos pacientes por prejuicios o comodidad, lo que les obliga a desplazarse a otras provincias o pagar a médicos privados. Es el caso de Noia quien, tras una mala experiencia en el Hospital de Cruces, acudió a un cirujano plástico no especializado que le dejó más cicatrices de las habituales en el pecho.
Muchos psicólogos "intentan convencerte de que no eres transexual y diagnostican doble personalidad o el Síndrome de Peter Pan, pudiendo provocar patologías", critica Garde. Quienes lo aceptan a menudo exigen que, antes de hormonarse, el paciente se enfrente a la sociedad como hombre durante dos años, lo que considera "mucho pedir, porque qué menos que ayudarse de algún cambio físico", reclama.
Lejos de lo que se suele pensar, la operación genital no es la intervención principal y muchos deciden prescindir de ella. "No cubre las expectativas, provoca complicaciones para orinar y pérdida de sensibilidad. Los genitales no definen a una persona ni garantizan la aceptación social, porque las mujeres transexuales siguen estigmatizadas", argumenta. "Es una decisión difícil", coinciden Amets e Imanol, "porque quieres verte completo, pero entraña riesgos". Ambos recuerdan la operación de pecho como el paso más importante, además de las hormonas, con las que en menos de seis meses aparece el vello, cambia la voz y se endurecen los rasgos y la complexión. "El entorno visualiza el cambio, y a partir de ahí es todo más fácil", señala Garde. "Es un gran avance porque permite poder vivir en nuestro sexo", apunta Noia.
Odriozola recuerda el temor de que la testosterona provoque osteoporosis y colesterol alto. Por ello, la principal reivindicación de los tres es que se investigue más para conocer los efectos secundarios, contar con buenos especialistas y perfeccionar las operaciones genitales. "Pero, además de la resistencia ideológica, somos pocos y no salimos rentables", lamenta Imanol.
Los hombres no suelen tener problemas para conseguir o conservar el trabajo. Iván es camionero; los compañeros del curso de Auxiliar de geriatría de Amets respetan su condición, e Imanol, que vivió el cambio cuando era profesor de la UPV, donde todos le apoyaron, es ahora profesor de aerobic. Los dos vascos encuentran complicado buscar pareja y dicen no tener prisa por encontrarla, mientras que Garde convive con su mujer y su hijo: "Nos cuesta profundizar en las relaciones por miedo, pero a ella no le importa. Mi hijo me soltó un día: 'Tú antes eras una chica' y le dije que sí. Con los niños es todo más fácil".
Aunque es difícil explicar al entorno "que no ha socializado contigo, sino con una imagen falsa", indica, los tres se sienten respetados. Amets, que vive feliz en la pequeña localidad de Astigarraga, lo tiene claro: "Es fundamental contar con apoyo familiar, y yo lo he tenido. También depende de la actitud vital. Hay que ser natural y tener intuición para saber cuándo dar cada paso". "Fijarse pequeños objetivos progresivamente" es para Imanol el mejor consejo para aceptarse y ser aceptado.
La nueva Ley de Identidad de Género hace más sencilla la tramitación de la nueva identidad, pero no resuelve una reivindicación clave: regular que la Seguridad Social cubra el proceso. Así, se controlaría la objeción de conciencia y el tratamiento (cada operación vale unos 6.000 euros) dejaría de ser privativo. Quedan más asignaturas pendientes, recuerdan: incluir en la norma a menores e inmigrantes, omitir el término diagnóstico de la ley porque supone patologizar al colectivo, y poder cambiar de nombre al iniciar el proceso.
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