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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Género descontrolado

A pesar de su relativa poca edad -es de 1973-, el sevillano Luis Manuel Ruiz ha acreditado oficio en la literatura de género, con voluntad de estilo y de cierta calidad, en la literatura de entretenimiento. Apuntó estupendas maneras en su primera novela corta, El criterio de las moscas, con la que obtuvo hace casi diez años un premio universitario. Luego fue publicando otras novelas, dignas, en las que mezclaba con soltura ingredientes propios del género: mensajes con enigma, mujeres de rostro enigmático, pasados peligrosos como un alacrán colérico, investigaciones, persecuciones, libros encontrados, enigmas al fin resueltos; literatura de entretenimiento y, además, entretenida. Uno con gusto lo ha seguido y en estas mismas páginas me he ocupado de él y de algunas de esas historias en las que, en homenaje a su primer libro -que era algo más que un libro de entretenimiento- y en un gesto cómplice para sus seguidores, siempre hay alusiones a las moscas: en esta ocasión, un par de ellas, si no me he distraído.

EL OJO DEL HALCÓN

Luis Manuel Ruiz

Alfaguara. Madrid, 2007

264 páginas. 17,50 euros

El ojo del halcón es su última

novela y aunque me ha entretenido, aunque no tanto como las anteriores, la encuentro más bien decepcionante. Como si en esta historia hubiera precisamente eso: poca historia. El arranque es bueno. La tertulia de jubilados, cada uno con su pasado moderadamente gravoso -achaques y molestias en la espalda, todos-, era un buen inicio. La convención del género obliga a que el "érase que se era" fuese unos papeles legados, una cuenta de esmalte de color azul, unas palabras en clave, y el protagonista, detective en zapatillas, viudo solitario que purga sus culpas familiares, era una perita en dulce para protagonizar esta última aventura vital. Lo que pasa es que, esta vez, y a mi modo de ver, Luis Manuel Ruiz se ha confiado en exceso y ha montado una historia con poca sustancia, por más que haya esbozado pasados nazis, auge de la extrema derecha en Europa, erudición egipcia bajada de Internet y poco más. Aunque al viejo despistado, detective aficionado, le dan una buena tunda -con violencia inverosímil dada la edad, sugiero, le saltan dientes como a Don Quijote-, todo lo demás queda como apuntado y no rematado. Creo que había un personaje en este viejo, que no ha podido crecer, porque el autor se ha distraído con otros. La vecina, Ángela, que se llama Esther y resultará ser

... (el lector, creo, percibe desde el principio que tenía que resultar ser alguien, acaso no la que resulta ser, pero...). El gordo Rossum bien parece un plagio/homenaje de Ruiz al gordo de El halcón maltés o a los que asoman por algunas novelas de Eric Ambler. Sebastián, aunque su aparición final tiene algo de Deus ex machina, también apuntaba maneras, ahí había historia, entre él y el viejo Beltrán (más que con las Ángelas, Elisa, su hija, y la amante francesa de ésta). Por otro lado, he encontrado, esta vez, un cierto exceso de imágenes forzadas ("apurar las heces de la infusión", "las nalgas seguían debatiéndose sobre el sillón", para buscar postura, se entiende, "el monedero le mostró en un bostezo un círculo vacío donde rodaban cuatro monedas de escaso valor", por no hablar de los calcetines, mojados y voraces que se alimentaban de sus tobillos), que no era el recuerdo de lector que yo tenía de novelas suyas anteriores. En fin, al final una novela con más desgarrones de lo que cabía esperar de Luis Manuel Ruiz.

Luis Manuel Ruiz, este verano en Sevilla.
Luis Manuel Ruiz, este verano en Sevilla.GARCÍA CORDERO

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