Rituales cotidianos
La Mar de Músicas ha ido ampliando progresivamente su oferta de exposiciones en los últimos años hasta conseguir construir un representativo programa que reúne en cada edición a un nutrido grupo de artistas del país en el que se centra el festival. En esta ocasión presenta la que ha sido su oferta más ambiciosa hasta el momento, una docena de propuestas que abordan distintos aspectos del arte mexicano, con un especial hincapié en la fotografía actual.
Sin lugar a dudas, México es uno de los países donde la creación fotográfica tiene unas señas de identidad más acusadas, donde es posible encontrar una personalidad compartida y una serie de rasgos comunes en múltiples autores, y donde la conexión entre la tradición y la contemporaneidad es siempre visible. Aspectos como la identidad nacional y la memoria, el mestizaje cultural y el sincretismo, la actualización de lo primitivo y de las tradiciones en un proceso permanente de recreación de escenarios rituales, y sobre todo la revisión de una poderosa y omnipresente simbología que se mueve entre lo mágico y lo religioso, son elementos que configuran el tronco común del que se alimenta la fotografía mexicana, tanto cuando se desenvuelve en unas coordenadas documentales, y en ese caso con un fuerte acento social, como cuando se enmarca en los parámetros de la fotografía "compuesta" o construida. De hecho, el medio fotográfico en este país ha conseguido construir (ya desde Manuel Álvarez Bravo) un sorprendente y fructífero equilibrio entre las prácticas asociadas a la toma directa, al registro documental, y aquellas otras centradas en estrategias de escenificación.
De alguna manera, la oposi
ción habitual entre ambos campos se ha convertido a lo largo de los años, en la fotografía mexicana, en un diálogo desde el que se comparten intereses y herencias, un territorio nada fácil de encuentro entre testimonio y símbolo, denuncia y representación. Del programa presentado en esta edición destaca claramente, por su unidad y representatividad, un conjunto de media docena de propuestas que consiguen poner de manifiesto estas significativas señas de identidad del medio fotográfico mexicano.
Ortiz Monasterio, en Corazón de venado, un trabajo que conecta la tradición y la identidad, registra el ritual del pueblo de los huicholes, ligado al maíz, el peyote y el venado, con el que recrean el origen del universo. Eniac Martínez recorre el Camino Real de Tierra Adentro, un viaje por la historia del país, donde hace de la memoria un elemento de identidad y resistencia cultural. Francisco Mata Rosas, con México-Tenochtitlan, realiza un retrato en claroscuro de la cultura popular y la vida de la calle, una realidad de contrastes, agitación y misticismo, en la que confluyen hábitos, ritos y costumbres. Marco Antonio Cruz convierte su trabajo Ciegos en una reflexión de amplio alcance sobre las condiciones sociales y la ambigua distancia entre integración y marginación.
Gerardo Montiel Klint escenifica en De cuerpo ausente en paraje desconocido, con una potente simbología que va de lo religioso a lo onírico, fantasmas y miedos del individuo contemporáneo. Gerardo Suter, uno de los grandes renovadores de la fotografía mexicana, realiza en Trazos una interesante instalación en la que se pregunta acerca de la naturaleza del recuerdo y de las huellas o rastros que acompañan a la memoria.
Una panorámica fotográfica que encuentra un sugerente contrapunto en la intervención urbana realizada por el colectivo Neza Arte Nel en Cartagena, mezcla de activismo callejero, grafiti, muralismo y acción colectiva. Un equilibrio entre vitalidad creativa y tradición, que hace de la identidad (también aquí) un arma de resistencia y una barrera contra la imposición cultural.
Gerardo Suter. Muralla Bizantina. Doctor Tapia Martínez, s/n. Eniac Martínez, Francisco Mata Rosas y Marco Antonio Cruz. Palacio Consistorial. Plaza del Ayuntamiento, s/n. Gerardo Montiel Klint. Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy. Jacinto Benavente, 7. Cartagena. Hasta el 25 de agosto.
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