El negocio de la vacaciones en inglés
Varios jóvenes relatan terribles experiencias en Malta, donde algunas agencias se lucran gracias a las becas del Ministerio Educación
Durante los meses de verano son miles los jóvenes que viajan al extranjero para perfeccionar un idioma. Este año, el Ministerio de Educación convocó 53.125 becas de 1.600 euros para que jóvenes universitarios estudiaran durante tres semanas idiomas en el extranjero. Uno de los países seleccionados para el estudio de la lengua inglesa ha sido Malta. El plan no podía parecer mejor, miles de jóvenes europeos en las islas estudiando inglés en uno de los destinos favoritos de costa en el Mediterráneo. Sin embargo, no han sido pocos los españoles que se han arrepentido de acudir a Malta, donde han proliferado las agencias encargadas de organizar la estancia de los estudiantes.
La granadina Elena Ortega, de 19 años, es una de las jóvenes que logró la ansiada beca. Tras recibir los 1.600 euros se puso en contacto con el madrileño CCI (Centro Cultural de Idiomas), que fue el encargado de organizar su estancia en las islas. Seiscientos euros por tres semanas de alojamiento en una casa en Gzira. "El plan parecía perfecto pero todo se torció al aterrizar, ha sido una auténtica pesadilla", declara la joven.
Una estudiante de Granada fue alojada en una casa donde había restos de excrementos de animales y observó una práctica de zoofilia
Nada más llegar al alojamiento que le había preparado Inlingua, la empresa que imparte los cursos y organiza los alojamientos en la zona, comenzó a notar que la cosa no iba bien. "Yo había contratado una habitación individual en casa de una familia que hablara inglés. Allí todo el mundo hablaba en maltés y no quisieron enseñarme la casa", cuenta. Su habitación resultó ser una especie de pasillo con una cama. "Sólo cabía mi maleta, para salir tenía que saltarla", asegura, sin ahorrarse los pormenores de la higiene. "Era asqueroso. Estaba muy mal, en un zulo, y ni me atrevía a meterme en la cama".
Contra lo que pueda parecer, Elena tomó la peor decisión posible, pedir a Inlingua que la cambiara de casa. "Mi madre llamó varias veces y logramos que me trasladaran a una casa que estaba a unos veinte minutos. Una amiga me acompañó a mi nuevo destino. Fue terrible", sentencia. La nueva vivienda estaba regentada por dos mujeres mayores que no cuidaban en absoluto de la higiene. "Todo olía a orina, los perros hacían sus necesidades por todas partes y la habitación era repugnante, aunque un poco más grande", describe. Tras pasar una noche en la nueva casa, Elena encontró varios cubos llenos de orina en una habitación. "No puedo explicarme qué hacía aquello allí". No fue lo peor. Al bajar al salón, la joven encontró al perro lamiendo el sexo de una de las mujeres, que vestía un camisón corto. "Mi madre llamó de inmediato al consulado y yo salí de allí muy asustada. Como no tenía a dónde ir acudí a la residencia de unas amigas que me hicieron un hueco".
El propio cónsul, que habló varias veces por teléfono con la joven, telefoneó a Inlingua para pedirles que le buscaran un alojamiento digno. "Sólo cuando llamó el cónsul mejoró un poco el trato que recibí de aquella gente. Ese hombre es el único buen recuerdo que me llevo de Malta", asegura. Pese a las gestiones, la agencia aseguró a Elena que no existía ninguna posibilidad de realojarla en otra parte, por lo que decidió volver. "Cuando aterricé en Barajas sentí una sensación de tranquilidad que nunca antes había experimentado".
El caso de Elena Ortega está en la actualidad en manos de su abogado. "Nos planteamos presentar una denuncia. No tengo interés en sacar nada de esto, pero sí me gustaría que nadie tuviera que pasar por lo que he pasado. Hemos escrito al Ministerio de Educación contando lo sucedido y pidiendo que exista un control sobre estas agencias que indirectamente se lucran de las becas que el estado concede", concluye.
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