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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pesadilla infantil en el búnker

Los protagonistas de Misiones nocturnas, Ondra y Chiqui, son los dos hijos de un disidente en peligro, que llegan al pueblo de sus abuelos para huir de la represión militar en agosto de 1968 en Praga. Allí descubrirán, sobre todo Ondra, el mayor, que los niños de pueblo pueden ser más peligrosos que los soldados que les están invadiendo para sofocar la revuelta de primavera. Ondra y Chiqui no pueden ocultar que son "pragatas" y que han recibido en las calles de la capital las tropas del Pacto de Varsovia con más fascinación que terror. Si han huido de una ciudad cuyos adoquines son aplastados por los tanques, ahora están en un lugar primitivo y hostil, salpicado de búnkeres de otra guerra, donde las mujeres tienen la voz cantante, y donde todo es confusión, inquietud y misterio. Ondra intenta proteger a Chiqui de lo que pasa pero su lucidez tampoco alcanza más allá de las sombras, sólo su sensibilidad que poco a poco deja de ser infantil aprende a conocer los rostros del miedo en los adultos.

MISIONES NOCTURNAS

Jàchym Topol

Traducción de Kepa Huarte

Lengua de Trapo. Madrid, 2007

288 páginas. 19,50 euros

Misiones nocturnas, de Jà

chym Topol, está escrito en un lenguaje directo, coloquial, íntimo, muy difícil de traducir. Y es ese lenguaje el que sustenta la historia, que apenas avanza y sólo retrocede de vez en cuando para revisar escenas familiares, como el alcoholismo de la madre. Ondra pasa de la infancia a la madurez en los brazos de Zuza y en las garras del mundo estúpido, aturdido, de los adultos. La ternura melancólica del relato tiene su contrapunto en la violencia del entorno, violencia y ternura que subrayan unos personajes fascinantes, de carne y hueso. Porque Topol está contando algo que conoce bien. Escribe acerca de lo que oyó, vio y sintió en una situación muy parecida; eso sí, pasado por la magia de su lengua literaria, que transforma y hace más veraz aquel año de humillación. A los seis años, él y su hermano fueron mandados a un pueblo cercano a Praga. Su padre era un famoso dramaturgo contrario a la ortodoxia comunista checa, definida en la novela como "la combinación de catolicismo y comunismo en su forma más degenerada". Su abuelo, Karel Schulz, publicó novelas históricas, de modo que la escritura le viene a Topol de familia. Con sus novelas muy leídas Andel, llevada al cine, y Sestra, este checo nacido en 1962 se ha labrado un prestigio de sucesor de Bohumil Hrabal. Pues de él tiene el nervio narrador, la ironía y la facultad de transformar la memoria en sustancial narración.

Proust escribió que la realidad se forma en la memoria. Así que aquella realidad, como quiere que fuese para los adultos, fue vista como un aprendizaje de supervivencia, un pequeño teatro de la vida para Topol, es decir, para Ondra, pues hablamos de una novela, no sólo de la vida. Misiones nocturnas escenifica el caos y la desesperación populares a través del alma inocente de un niño. La vida será más dura cuando los tanques y Dubcek se hayan ido, cuando los búnkeres ya no protejan de la tiranía doméstica. Durante unas confusas semanas pareció que los checos habían decidido volver atrás la historia y situarse justo antes de la "liberación" soviética en 1945. Pero sólo fue un sueño. De ahí que sea como un sueño, una pesadilla de amor, violencia y exilio esta original novela de Topol.

Ocupación soviética de las calles de Praga en 1968.
Ocupación soviética de las calles de Praga en 1968.EFE

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