¿Complejo de inferioridad?
En EL PAÍS del domingo 5 de agosto, tanto el chiste de Forges como el artículo de Elvira Lindo, "El de la música", tratan de un problema que, ahora, en plena canícula, y ante la necesidad de tener abiertas las ventanas de nuestras casas, se hace más notorio que el resto del año, y no es otro que el de la falta de cultura cívica que existe en España. Ya puede buscar uno el lugar más recóndito de nuestra geografía para pasar unos días de vacaciones; casi milagroso será que allí algunos de sus compatriotas no le amarguen el descanso con el que soñaba invadiendo su intimidad con toda clase de ruidos.
Y tal peculiaridad de nuestra idiosincrasia hace que, aunque tengamos todos los carriles bici del mundo, prefiramos ir por las aceras fastidiando a los peatones, o por la carretera haciendo lo propio con los coches, y me pregunto si esa falla de nuestro carácter no será complejo de inferioridad. ¿Acaso el español, como un niño mal educado, necesita que se le preste atención en todo momento, y para ello no encuentra mejor forma que armar escándalo y transgredir las leyes? Sea como sea, me deja perplejo la pasividad de las autoridades hacia esta clase de desmanes, y, pienso que alguna vez, como con la controvertida ley del tabaco, habrá que legislar al respecto para impedir que el ruido excesivo e innecesario sea el compañero habitual de nuestras vidas.