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Reportaje:

Karelia recuerda el Gran Terror de la era Stalin

Cadáveres de miles de personas fusiladas en los años treinta yacen en fosas comunes en un bosque de la ciudad rusa de Sandarmoj

Pilar Bonet

En un bosque de Karelia, cerca del lago Onega, enterrados en fosas comunes, yacen los cadáveres de miles de personas, fusiladas desde 1934 a 1941. El lugar se llama Sandarmoj y es uno de los más sangrientos de la represión estalinista. Unas 1.000 personas, llegadas desde diferentes puntos de Rusia y de otros países como Ucrania, Lituania y Polonia, se reunieron ayer aquí para recordar a las víctimas. Este año había un motivo especial para esta cita, que se repite cada 5 de agosto: era el 70º aniversario del Gran Terror, como se conoce la oleada de represión que en 1937 y 1938 afectó a todas las capas de la población de la Unión Soviética con una magnitud, una crueldad y una alevosía sin precedentes.

El siniestro lugar de fusilamientos fue descubierto por casualidad

El 31 de julio de 1937, una orden secreta de la cúpula comunista inició la represión. Por toda la URSS se repartieron planes de exterminio. Por motivos políticos, en 1937 y 1938 fueron arrestadas más de 1,7 millones de personas, de las cuales más de 700.000 fueron ejecutadas con acusaciones falsas y sin procesos. Los primeros fusilamientos masivos fueron un 5 de agosto, de ahí que en esa fecha se conmemore la represión estalinista.

En Sandarmoj, el fusilamiento más numeroso duró siete días, entre fines de octubre y primeros de noviembre de 1937. Sus víctimas fueron 1.111 presos del penal de Solovki, traídas en barco desde el archipiélago del mar Blanco. En la primera ejecución un preso intentó huir. Luego, los condenados serían conducidos desnudos y atados hasta la misma fosa, según Arseni Roginski, de Memorial, la organización rusa dedicada a preservar la memoria histórica.

Durante mucho tiempo, los fusilamientos de Sandarmoj y la misma existencia de este lugar fueron un secreto. Una investigación de Memorial probó que los presos desaparecidos de Solovki no naufragaron en aguas del Blanco, como se había creído. En Sandarmoj perecieron trabajadores del canal Bielomor (una faraónica obra concluida en 1933, que unió el mar Blanco con el Báltico), campesinos y trabajadores de Karelia y las élites intelectuales de diversos territorios de la URSS.

Memorial y las autoridades de Karelia organizan la conmemoración anual de Sandarmoj. El intento de que la cita de este año fuera más solemne y contara con la presencia de los dirigentes del Estado no resultó. El presidente, Vladímir Putin, no contestó a la invitación que le fue formulada ni se dignó enviar un mensaje a sus participantes como hizo ayer el presidente de Ucrania, Víctor Yúshenko. El dirigente máximo de Karelia, por su parte, tampoco estuvo en Sandarmoj, pese al interés mostrado hasta hace poco por el evento. Las autoridades rusas no pueden negar la existencia del Gran Terror, pero sí pueden convertirlo en un acontecimiento secundario o en un fenómeno abstracto sin responsables concretos.

El personaje de mayor rango ayer en Sandarmoj fue Vladímir Lukín, el defensor de derechos humanos de la Federación Rusa, que acudió por iniciativa propia. Lukín denuncio el "terrorismo de Estado" practicado durante el estalinismo y advirtió de que el "único método efectivo" contra él es que "la sociedad controle a las autoridades y no deje que éstas concentren todo el poder".

El sábado, en un debate histórico en la localidad de Medvezhegorsk, el poeta ucraniano Dmitro Pavlichko había afirmado que los "ucranianos fueron represaliados por ser ucranianos, a diferencia de los rusos". El trasfondo de esta afirmación es la filosofía, según la cual la represión estalinista es uno de los elementos de cristalización de la nación ucrania actual.

En Ucrania se ha inaugurado este año un instituto de la memoria nacional. En Rusia, en cambio, no hay ni un gran monumento conmemorativo del Terror ni un gran museo dedicado al tema y en los museos locales existen pequeñas secciones, que van siendo relegadas poco a poco, manifestó ayer Arkadi Roginski, de Memorial.

La existencia del siniestro lugar de fusilamientos fue descubierta por casualidad en los años noventa, gracias a los documentos del proceso contra uno de los verdugos, juzgado por diversas intrigas mucho después de que le enviaran en comisión de servicios desde Leningrado (hoy San Petersburgo) para ejecutar las sentencias de las troikas (tribunales estalinistas).

En 1997, después de comprobar la existencia de centenares de fosas y miles de cadáveres, se erigió en Sandarmoj una lápida conmemorativa y otros monumentos para recordar a grupos, nacionalidades y confesiones. Los árboles más robustos de Sandarmoj son justamente aquellos que fueron plantados en los años treinta, directamente sobre las fosas. Entre ellos se paseaban ayer las hermanas Augusta y Taisa, de 77 y 75 años, cuyo padre, presidente de una explotación agrícola de Karelia, fue arrestado en 1938.

Las hermanas Augusta y Taisa, ante el monumento que recuerda a las víctimas de Stalin en Karelia.
Las hermanas Augusta y Taisa, ante el monumento que recuerda a las víctimas de Stalin en Karelia.P. B

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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