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Reportaje:La atención en las urgencias

"Los especialistas tardan en visitar"

En el hospital general Carlos Haya se quejan de la falta de facultativos

Rebeca Carranco

A las 12.00 del sábado 4, Miguel López espera noticias de su hija Inmaculada, de 22 años, recostado en una ventana del servicio de urgencias del hospital general Carlos Haya (Málaga). Hace una hora, él y su mujer trajeron a la joven porque tenía dolores estomacales. "Aún nos queda bastante para que nos digan algo", asegura mientras revisa parte del papeleo de urgencias. Desde que en junio del año pasado le diagnosticasen a su hija el síndrome de cron (enfermedad inflamatoria crónica intestinal), sus idas y venidas al hospital han sido frecuentes.

A esa hora, media mañana, unas veinte personas esperan sentadas en la sala para familiares, anexa al recinto. Otra decena se acumula en la puerta por donde acceden también las ambulancias. Los picos asistenciales en las urgencias del Hospital General del complejo Carlos Haya oscilan en torno a las 11.00 y las 17.00. Francisca y Joaquina Martínez, de 73 y 70 años respectivamente, ingresaron de madrugada con su hermano José, de 77. "Lo trajimos a las cuatro de la mañana porque tenía problemas cardíacos y en los bronquios, y enseguida le atendieron". Como les dijeron que su caso revestía cierta complicación, se fueron a descansar y han vuelto a las once. Las dos andan inquietas de un lado a otro, a la espera de noticias.

"Me han hecho las placas y enseguida me han puesto el yeso", explica Carmen

Los pacientes aguardan dentro del complejo, en el área asistencial, sentados en sillas de ruedas y acompañados por un único familiar. Un poco más allá, cruzando un pasillo no muy ancho, está la zona de observación, dotada de 21 camas y 10 sillones, más dos cuartos simétricos para enfermos críticos. Pasadas 24 horas, los sanos volverán a su casa, el resto, permanecerá en el hospital. La media dice que de ellos ingresa sólo un 11%.

Inmaculada forma parte de ese escaso porcentaje. A las seis de la tarde, después de siete horas en urgencias, el médico especializado en digestivo ha ordenado su ingreso. Para su padre, Miguel, ése es el problema del Hospital General del Carlos Haya: "Los especialistas tardan en visitar a los pacientes". Por lo demás, está satisfecho del trato que ha recibido.

Las hermanas de José continúan sentadas en la silla de plástico azul de la sala para familiares. Y lo hacen con gesto muy serio porque temen que se vaya a quedar ingresado. Su hermano lleva ya 14 horas en urgencias. "Ha fumado toda la vida mucho", cuenta Francisca. José vive en Vélez-Málaga, en una residencia. Al sentirse mal, llamaron al 061, que se personó "en diez minutos de reloj". Ellos le llevaron al Carlos Haya, donde dicen que se les ha tratado "bien" y "rápido", aunque se quejan de que "la Seguridad Social funciona mal en general".

De las 9.00 del sábado a las 9.00 del domingo, 330 pacientes pasaron por urgencias en este hospital, una cifra que se acerca mucho a su media diaria de 350. La jornada, según el médico responsable, Pedro Rodríguez Villasante, transcurrió con normalidad. Él ha dirigido durante 24 horas a un equipo de 5 médicos, 35 enfermeras, 15 auxiliares, 14 administrativos, 23 celadores y varios médicos residentes.

En urgencias tratan el mismo tipo de casos entre semana que sábado y domingo. Lo más común son patologías crónicas que empeoran, algunas enfermedades agudas y politraumatismos.

La clave del éxito en urgencias es priorizar adecuadamente a los enfermos. Los más graves son atendidos primero. Médicamente, una rotura no es un caso complicado. Aún así, el paso por urgencias de Carmen Ruiz Caparrós, de 54 años, ha sido fugaz. De su entrada a las 11.30 en el hospital, a su salida, han pasado apenas dos horas. "Me he caído en mi barriada, he resbalado en la acera", explica. "Me han hecho las placas y en seguida me han puesto el yeso". En su opinión, las urgencias del Carlos Haya funcionan perfectamente.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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