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Una congregación al margen de la Iglesia gestiona el único albergue para inmigrantes de Valencia

El único albergue destinado exclusivamente a alojar inmigrantes de toda la ciudad de Valencia lo gestiona una comunidad religiosa que se define como católica aunque funciona al margen y sin el reconocimiento del arzobispado, ya que sus sacerdotes provienen de una línea que no reconoce el Vaticano. El centro, situado en una zona deteriorada del barrio de Natzaret, no reúne las mínimas condiciones de habitabilidad, de acuerdo con la conclusión a la que han llegado los técnicos enviados por la Sindic de Greuges para inspeccionar los distintos centros que el Ayuntamiento ofreció como alternativa a los inmigrantes desalojados de los bajos del puente de Ademuz. Desde el albergue, que acoge a 50 inmigrantes gracias a un convenio con el Ayuntamiento, se apunta que está en marcha una reforma que mejorará las condiciones de los usuarios a partir de septiembre.

Los responsables del albergue sostienen que está pendiente una mejora de las instalaciones para el mes de septiembre
El recinto acoge y da de comer a 50 personas gracias a un convenio suscrito con el Ayuntamiento de Valencia
"La impresión que nos dio fue bastante penosa", apuntan desde la Sindicatura
Técnicos remitidos por la Síndic de Greuges consideran que el centro no reúne condiciones de habitabilidad

"La impresión que nos dio fue bastante penosa", comentaron a este diario las personas remitidas por la Síndic de Greuges, Emilia Caballero. El albergue de los reverendos padres Misioneros Apostólicos de María Inmaculada (MAMI) -una entidad de la que se desvincula el arzobispado de Valencia-, es el único centro concertado con el ayuntamiento destinado a acoger solo a inmigrantes sin techo. Existen otros recintos que también recibieron a los inmigrantes que dormían bajo el puente tras ser expulsados por el Consistorio hace dos semanas. Entre ellos está la Casa de la Caridad, Hosoju, Cepaim o Tyrius. Todas ellas son instalaciones que acogen a personas en situación de mendicidad, con graves problemas de exclusión social o adicciones y que ofrecen plazas sobrantes al ayuntamiento para inmigrantes. "En general la impresión que nos llevamos de estos centros en cuanto a habitabilidad fue buena", comentan desde la sindicatura. Cuestión distinta es que estos recintos no se ajusten a las necesidades de los inmigrantes. Ni por los horarios que tienen ni porque la Sindicatura considere una buena idea que convivan inmigrantes cuyo único problema es la falta de papeles, y por ello de trabajo, con personas con perfiles de mendicidad cronificados y patologías diversas.

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La impresión que les dio el albergue MAMI fue diferente. "Llegamos y nos dijeron que no podían mostrarnos las salas en las que duermen los inmigrantes", relatan las personas que lo visitaron. "Sólo vimos el comedor, ya que el albergue cierra a las 8.00 y abre a las 20.00 y no estaban ni la trabajadora social, ni el guarda, ni siquiera hay un cartel que indique que ahí está el albergue", señalaron. "La impresión fue bastante penosa, con unos edificios deteriorados".

Las instalaciones que observaron los trabajadores de la sindicatura fueron los edificios anejos a la Iglesia Conventual de los Reverendos Padres Misioneros Apostólicos de María Inmaculada. En la misma manzana está un pequeño edificio de despachos, la iglesia, el antiguo albergue San José, un comedor en construcción y el comedor actual, además de otras dependencias. Todas estas instalaciones están repartidas en diversos edificios que ha ido adquiriendo la congregación a medida que aumentaba su actividad, como sostiene su portavoz, Vicente Almale, conocido en la comunidad como el padre Vicente. El centro trabaja con el ayuntamiento desde octubre del año pasado. Antes ya alojó a inmigrantes, como cuando tras el cierre del albergue Baobab, el ayuntamiento les solicitó ayuda en agosto del año pasado. O hace unos cuatro años, como relata Almale, cuando funcionaba el antiguo albergue San José que ofrecía ayuda a personas sin recursos. Pero siempre con recursos propios y sin el paraguas del Ayuntamiento, hasta que llegó el convenio en octubre.

Almale, que destaca el trabajo de su congregación desde hace décadas en la atención a las personas sin recursos, reconoce que las instalaciones podrían estar mejor. Especialmente el albergue actual, a varias manzanas del anterior, que recuerda al dormitorio de un cuartel, lleno de literas -eso sí, con aire acondicionado-. "Queremos tener un máximo de cuatro personas por habitación y cuarto de baño", señaló a este diario, "en septiembre pondremos en marcha las reformas para conseguirlo".

Este diario trató de contactar, sin éxito, con la concejalía de Bienestar Social del Ayuntamiento de Valencia para conocer la naturaleza del acuerdo con el albergue. Fuentes de la Sindicatura de Greuges indicaron que en una reunión con la concejal Marta Torrado, ésta "reconoció que era un albergue con bastantes deficiencias".

Entidades que trabajan con inmigrantes recelan de esta asociación. "El Ayuntamiento va tan escaso de centros que no puede poner muchas condiciones", señalan, "y concierta con MAMI plazas ante la falta de recursos en el resto de albergues".

Una orden con el mismo origen del Palmar de Troya

Los Misioneros Apostólicos de María Inmaculada (MAMI) se declaran "católicos, apostólicos y romanos", en contra de los rumores que corren de que se trata de seguidores del Palmar de Troya o del integrismo lefebvrista -seguidores de Marcel Lefebvre, arzobispo católico francés que se opuso a las reformas del Concilio Vaticano II-. De hecho, no faltan referencias al Papa -el anterior, Juan Pablo II, y el actual, Benedicto XIII- en la revista La Purísima, que editan. "Aceptamos a Benedicto XIII, los dogmas de la Iglesia católica y participamos de los misterios de la Iglesia", sostiene el padre Vicente Almale para defender su naturaleza dentro de la ortodoxia.

Sin embargo, actúan al margen de la Iglesia. Fuentes del arzobispado sostienen no sólo que no tienen nada que ver con ellos, sino que tampoco con el conjunto de la Iglesia católica. La comunidad, sin embargo, indica que ha solicitado el reconocimiento a Roma "al margen de la diócesis" y que "llegará pronto".

La vinculación con los palmarianos nace de que el fundador de la congregación y Ministro General de los MAMI, Ricardo Subirón, fue ordenado -según relata a este diario él mismo- por el controvertido arzobispo vietnamita Pedro-Martín Ngo-Dinh-Thuc, el mismo que ordenó al Padre Fernando (Clemente Domínguez Gómez), que con el tiempo se convertiría en el papa Gregorio XVII de la Iglesia del Palmar de Troya. Otras fuentes sostienen que la ordenación de Subirón fue oficiada directamente por Clemente Domínguez. El fundador de los MAMI lo niega.

"Es cierto que el fundador estuvo en el pueblo de El Palmar con Ngo-Dinh-Thuc, pero nunca ha estado en la congregación de los Carmelitas de la Santa Faz [vinculado a la iglesia palmariana]", apunta Almala. "Si fuéramos del Palmar de Troya, Testigos de Jehova o lo que fuera lo reconoceríamos, pero somos católicos", sostiene el número dos de la comunidad y gerente del albergue.

La presunta relación con los lefebvrianos parte del hecho de que los MAMI ofician la misa en latín, según el rito de San Pío y siguiendo el misal de la edición de 1962.

Almale, de 33 años, es una persona enérgica, con carisma y con suerte en los negocios. Dirige tres empresas -"ahora sólo está una activa", señala- , la mayoría relacionadas con la construcción. En, al menos una de ellas, figura como administrador solidario junto a Ricardo Subirón.

Las empresas comenzaron, señala Almale, por la facilidad que tenía para hacer obras menores -"soy un manitas", comenta-. Y por la dificultad de insertar laboralmente a las personas sin recursos que acudían al albergue. Ante esta situación, puso en marcha las empresas para poder contratarles. Con el paso del tiempo, las firmas fueron consolidándose, según relata, lo que ha permitido sostener las actividades de la congregación ante la falta de ayudas públicas hasta octubre del año pasado, cuando obtuvieron el convenio del Ayuntamiento. "De la caridad no se vive", sostiene Almale, "La forma de autofinanciarse no creo que sea la caridad, sino producir recursos para sostener la infraestructura".

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