Sin sobresaltos
Un cambio de dirección en el Festival Grec debería significar un cambio en el tratamiento musical de la programación. Un cambio que huyera del todo cabe que marcó las últimas ediciones para encontrar una línea coherente y cercana al tratamiento de la danza o el teatro. No ha sido así en el primer año de Ricardo Szwarzer. Con el programa en la mano, la única línea detectable era la del contenedor musical en el que cada espectáculo se justificaba a sí mismo sin relación con el conjunto. Nombres de calidad, pero nada nuevo, ninguna aventura, en el cartel del Grec 2007. Muchos de los conciertos programados eran de artista en gira por España o por Cataluña y la mayoría hubieran pasado igualmente por Barcelona sin la necesidad del amparo del paraguas municipal.
Los resultados han sido acordes a ese panorama: conciertos que, en su mayoría, han cosechado tanto magníficas entradas de público como éxitos musicales, sin sobresaltos, ni descubrimientos, ni fiascos. Se ha disparado sobre seguro, sin arriesgar, y las pocas cosas que escapaban un poco de esa premisa, por ejemplo el concierto de Laurie Anderson, no pueden contarse como un acierto: la neoyorquina, ni llenó el anfiteatro del Teatre Grec de Montjuïc ni convenció con su propuesta.
Desde hace un par de años la exclusión como espacio, todavía no justificada, del Poble Espanyol limita la presencia en el festival de verano de Barcelona de grandes nombres mediáticos que otrora habían, como mínimo, puesto una nota de color a la programación.
Así las cosas, se ha cosechado justo lo que se había sembrado: un puñado de conciertos interesantes (Pascal Comelade, Anthony, Chucho y Bebo Valdés, Jorge Drexler, Maria del Mar Bonet y Miguel Poveda), pero que no arrastran el deseable sello made in Grec. Probablemente el Grec no sea un festival para experimentar, pero Barcelona, y más con dinero público, se merece algo distinto, que escape a la rutina, algo con lo que poder presumir más allá de Cataluña.
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