La sorpresa de Gordon Brown
El sucesor de Tony Blair sacude la política británica al lograr impulsar a los decaídos laboristas y desconcertar a los 'tories'
La llegada de Gordon Brown al número 10 de Downing Street ha significado una sacudida en la política británica. El hombre que muchos consideraban demasiado ciclotímico, demasiado obsesionado con su propio destino, incapaz de seguir la telegénica estela del sonriente Tony Blair, el hombre que algunos pensaban que jamás llegaría a ser primer ministro y que, si lo conseguía, sería el más breve de la historia política del Reino Unido, ha logrado en apenas un mes darle la vuelta a los sondeos, ha hecho calar la sensación de cambio y, sobre todo, ha demostrado que ser distinto de Blair puede ser más una ventaja que un inconveniente.
Hace tan sólo cuatro meses, los laboristas languidecían a ocho puntos de distancia en los sondeos, Tony Blair hacía ver que seguía mandando y Gordon Brown parecía nervioso e inseguro ante el ansiado relevo. Todo empezó a cambiar en mayo, cuando Blair confirmó por fin su jubilación anticipada. Desde entonces, a medida que la figura del ahora ya ex primer ministro se iba difuminando en una larga y cansina despedida, la de Brown iba cogiendo fuerza: logró la nominación como líder laborista sin bajar del autobús y acabó entrando en Downing Street como un huracán.
La mala suerte de debutar con dos intentos de atentado terrorista y con las inundaciones más graves de la posguerra ha sido probablemente su mayor fortuna. El fuerte de Brown no son los fuegos artificiales, sino su fama de trabajador serio e infatigable. Nada mejor que empezar el mandato en el tajo.
Brown ha demostrado un nuevo estilo de Gobierno en esas dos crisis. Tras los intentos de atentado en Londres y Glasgow cedió el protagonismo a la recién nombrada jefa del Home Office, Jacqui Smith. Y los mensajes del nuevo Gobierno huyeron del dramatismo y la agresividad a la que recurría Tony Blair en esos casos.
En las inundaciones, Brown ha estado sobre el terreno lo bastante y lo bastante poco para demostrar que se preocupaba pero que no estaba allí para repartir sonrisas y abrazos. Y ha apoyado a su ministro de Medio Ambiente, Hilary Benn, acompañándole cuando tuvo una primera y difícil comparecencia en los Comunes y haciéndose acompañar por él en la primera rueda de prensa mensual del nuevo primer ministro. Esos cambios en las formas representan también importantes cambios en el fondo: quieren ser una renuncia al spin -la manipulación informativa que ha acompañado al Nuevo Laborismo- y una apuesta por un Gabinete más colegiado, menos presidencialista y próximo al Parlamento.
No todo han sido crisis y sobresaltos para Brown. El cierre del caso de la venta de distinciones ha sido una buenísima noticia para el primer ministro británico y para el Partido Laborista no sólo desde el punto de vista político, sino económico, porque facilitará la recaudación de fondos para las elecciones. Y la victoria laborista en dos elecciones parciales ha tenido el premio añadido de que los tories han quedado relegados al tercer puesto en ambas. Y es que todo aquello que le ha ido bien a Brown en los últimos tiempos le ha ido mal a su principal rival electoral, David Cameron.
La suerte de Cameron también empezó a cambiar en mayo, cuando las posiciones de su portavoz de Educación, David Willetts, en contra de los sistemas selectivos provocó la primera revuelta interna contra el nuevo liderazgo. Cameron acabó degradando a Willetts en lo que se interpretó como un ataque de pánico. Desde entonces casi todo le ha ido mal. Sobre todo en las elecciones parciales, de las que ha salido personalmente malparado. Tampoco ha tenido suerte: cometió el error de planear un viaje a África en la última semana parlamentaria antes de la pausa del verano, con tan mala fortuna que coincidió con el peor momento de las inundaciones.
Un vuelco favorable en los sondeos
El vuelco que ha dado la política británica en las últimas semanas se refleja en las encuestas publicadas en los últimos días. El sondeo mensual de Ipsos-Mori, entre el 12 y el 17 de julio, daba una clara ventaja a los laboristas (41%) frente a los tories (35%), dando la vuelta al triunfo conservador que se pronosticaba en marzo (41% frente a 33%) y en abril (38%-31%). Es la primera vez que los laboristas alcanzan el 41% de la intención de voto desde noviembre de 2005. Unos días después, un sondeo de ICM confirmaba la ventaja laborista: 38% frente a 32%, las peores expectativas de voto conservador desde que David Cameron se hizo con el liderazgo.
Los sondeos son alentadores para Brown en otros aspectos. El 49% de los consultados por ICM cree que el estilo de liderazgo de Brown es un cambio real, y el 43% cree que sus políticas suponen un cambio. Mientras, el 21% de los encuestados ha mejorado su opinión sobre él desde que lidera el Partido Laborista y sólo un 8% la ha empeorado.
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