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El silencio de un antiguo funcionario del Estado

Al menos hasta ayer, todo en su vida parecía perfecto. Eduard Planells Induráin, 54 años, alumno del Colegio de los Jesuitas de Sarrià de Barcelona, licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas y Administración de la Universidad Central, siempre fue un hombre discreto, un perfil que encaja con el del funcionario gris dedicado a su oficio desde hace 30 años. Lo suyo fueron las oficinas y la burocracia, y su mentalidad circunspecta queda reflejada en su único libro: Todo sobre infracciones en materia de trabajo.

Hijo de una familia numerosa aposentada en la parte alta y aristocrática de la ciudad, Planells hizo su carrera funcionarial en el Gobierno Civil de Barcelona, antes de llamarse Delegación del Gobierno. Su primer cargo fue el de secretario general y más tarde pasó a jefe del departamento de Extranjería, antes de culminar como subdelegado sus 27 años de trayectoria. "Con Planells siempre estamos tranquilos cuando firmamos algo, porque es el que más sabe de esto", le gustaba decir a un alto cargo de la Delegación del Gobierno cuando el PP gobernaba en España.

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Hace poco menos de un mes, en un gesto inesperado, Planells cesó voluntariamente en su cargo para aceptar una oferta como administrador en el Mercado de Valores de Telecomunicaciones. Seguramente entonces ya sabía que la justicia le estaba pisando los talones.

Meses antes ya había perdido la confianza del Delegado del Gobierno en Cataluña, Joan Rangel, quien no sólo lo mantuvo en las responsabilidades cuando el PSOE llegó al Gobierno, sino que lo ascendió a subdelegado. "Van a por mí", llegó a confesar Planells a algún amigo en privado no hace mucho. No estaba equivocado.

Una salida discreta

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Su salida no acalló los rumores de corrupción que empezaron a circular hace casi un año, cuando trascendieron sus relaciones con Malchas Tetruashvili, un empresario ruso que pasó varios meses en la cárcel acusado de blanquear dinero. Los dos hombres se habían conocido por casualidad, pero cuentan quienes les trataron que nació cierta relación y que Planells solía frecuentar los locales del empresario, como tantas otras personas de cierta trascendencia pública en Barcelona.

En septiembre del 2006, en un intento de atajar los rumores, Eduard Planells compareció en la televisión publica catalana para tratar de desmentir los rumores de corrupción. Sus declaraciones sonaron a confesión, al contradecirse y reconocer que seguía manteniendo relaciones, aunque sólo telefónicas, con el magnate ruso. Ahora, detenido, empieza un nuevo capítulo de su vida, que ya ha dejado de ser tan privada. Planells fidelizó tanto su dedicación al cargo que hasta residía en la Delegación del Gobierno. Hasta que cambió de destino.

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