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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Episcopado en rebeldía

Crece la tensión en torno a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, contestada por el Partido Popular y por la Conferencia Episcopal Española. Algunos barones regionales del principal grupo de la oposición, como Esperanza Aguirre, han venido a coincidir con la asamblea de los obispos en objetar la enseñanza de esta materia, que comenzará a impartirse el próximo curso. Si el reproche que cabe hacer a los prelados es que basan su crítica en afirmaciones que no se corresponden con la realidad, el que incumbe a la presidenta de la Comunidad de Madrid tiene que ver con el respeto a las instituciones: como parte del Estado que es la autonomía que dirige, no puede ser declarada territorio sin ley.

La Conferencia Episcopal se ha encontrado con una contestación inesperada dentro de sus propias filas, con lo que se demuestra que la actual jerarquía eclesiástica no representa, ni mucho menos monopoliza, el sentimiento de los católicos en España. La poderosa Federación Española de Religiosos de la Enseñanza ha expresado su disposición a actuar según se espera que lo hagan los ciudadanos de un Estado democrático: cumpliendo la ley. La organización que agrupa a la mayoría de los colegios católicos considera la polémica desenfocada y desproporcionada. Algo que, al parecer, no es del agrado de los obispos, que han sostenido argumentos tan insólitos como que impartir la asignatura en un centro era "colaborar con el Mal". Ojalá el Mal, de existir con esos tintes apocalípticos, se manifestase a través de expresiones tan apacibles y benéficas como la Educación para la Ciudadanía.

Los obispos vienen denunciando desde hace tiempo el "alarmante laicismo" de la sociedad, considerándolo como el "drama de nuestro tiempo". Tal vez le convendría a la Conferencia Episcopal contemplar la realidad tal y como es, y comprobar que si se quisiera subrayar un drama entre los muchos que padece nuestro tiempo sería el que está provocando el integrismo, la voluntad de fundir la creencia religiosa y el poder político, según pretenden hacer con el aplauso de algunos dirigentes del PP. Los obispos se quejan de que se está coartando su libertad sencillamente porque el Estado no les permite que ellos coarten la de todos. Incluso la de los centros religiosos que han rechazado declararse en rebeldía, como les anima a hacer este montaraz episcopado.

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