Se busca gerente
La búsqueda de un sustituto de Rodrigo Rato como director gerente del FMI vuelve a suscitar el asunto del buen gobierno de las organizaciones multilaterales. Cuando todavía está vivo el recuerdo de las irregularidades que costaron el puesto al ex presidente del Banco Mundial Paul Wolfowitz y la continuidad del arbitrario método de selección de su sucesor, el estadounidense Robert Zoellick, la organización gemela puede volver a demostrar que se ha aprendido poco.
Desde su creación en 1944, el procedimiento de designación de los principales responsables de ambas instituciones responde a un acuerdo no escrito por el que el presidente del Banco será un ciudadano americano, y el director gerente del Fondo, un europeo, cuya selección en absoluto es abierta. La evolución de ambas instituciones, la incorporación de nuevos países miembros, hasta el total actual de 185, y la disminución del peso económico y financiero de los grandes no han servido para cambiar ese procedimiento indiferente a los méritos técnicos de los candidatos. En la mayor parte de los nombramientos anteriores han sido políticos europeos y americanos en cuya designación han importado mucho más las afinidades y arreglos políticos que la capacidad técnica. En todo caso, la designación nunca ha seguido un procedimiento de selección tan universal como el ámbito en el que esas instituciones han de operar.
Que Zoelick sea más adecuado que Wolfowitz no significa que sea el idóneo. Es, ante todo, un estadounidense de la confianza de la actual Administración. Antes de su designación, algunos gobiernos europeos sugirieron acertadamente que su elección derivara de un proceso de selección de extensión global en el que hubiera candidatos de todo el mundo. Aquella sugerencia debería volver a proponerse ahora, al igual que la adecuación de los votos asignados a cada país, también tributaria de un pasado que tiene poco que ver con la compleja y cambiante realidad económica y financiera. Europa haría bien si contribuyera a la introducción de nuevas y mejores prácticas que fortalecieran el liderazgo ético y público de la UE en la escena global. No es probable que sea así. Ya están algunos Gobiernos tratando de situar a sus políticos retirados, aportando el contraejemplo que se traducirá en menor legitimidad del cada día más necesario multilateralismo.
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