Por encima de la justicia
Al conmutar la pena de cárcel a Lewis Scooter Libby, el antiguo jefe de gabinete del vicepresidente Cheney, que tanto contribuyó a montar las mentiras para el caso de Irak, Bush ha cometido un grave abuso de poder. Que lo haya hecho en vísperas de la fiesta nacional del 4 de julio no ha tapado el escándalo de este uso de las facultades presidenciales, criticado incluso por sectores conservadores, además de los demócratas.Pero poco parece importarle al presidente al que aún le quedan 18 meses en la Casa Blanca sin programa legislativo pero con algunos resortes bélicos en sus manos. Bush está en su nivel más bajo de popularidad, y con Libby parece haber empezado a pagar los favores debidos.
Libby fue condenado por perjurio, mentir a investigadores y obstrucción a la justicia en el oscuro caso de Valerie Plame, la agente de la CIA cuyo nombre fue ilegalmente revelado por la Casa Blanca en venganza contra las afirmaciones de su marido, un ex embajador, de que no había pruebas de que Sadam Husein hubiera intentado comprar material para fabricar una bomba atómica en África.
El jefe del gabinete de Cheney había sido condenado a 30 meses de cárcel, más una multa equivalente a 184.000 euros. Bush sólo le ha conmutado la pena de encarcelamiento, que consideró "excesiva", no la culpabilidad ni la multa, pero la Casa Blanca ha rechazado descartar que el presidente llegue a decretar el pleno perdón del condenado. El presidente ha eludido así toda responsabilidad respecto a la manera de actuar de un Libby que pudo proteger a sus superiores. Con su gesto, ha situado al Ejecutivo por encima de la ley. En su largo estertor político, Bush puede seguir haciendo mucho daño al sistema democrático estadounidense.
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