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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El debate del estado de la nación

Un año más, resulta vergonzoso encontrar un hemiciclo casi vacío en cuanto termina el duelo principal del debate del estado de la nación y comienzan las intervenciones de los portavoces de los grupos minoritarios. Aun comprendiendo la esquizofrenia que deben sufrir los señores diputados tras escuchar la descripción de un país de colorines, donde todo es maravilloso (realizada por Zapatero, claro está), seguida de la de un país roto, entregado a los terroristas, humillado y vendido (evidentemente, en boca de Rajoy), sin duda es su obligación sobreponerse, y por una vez en el año, hacer las horas extras que soportan tantos trabajadores.

Si tuvieran un poco más de aguante y responsabilidad, podrían escuchar las opiniones de CIU, ERC... y en adelante criticarlos o pactar con ellos con mayor conocimiento de causa. Les aseguro que presenciar al vociferante Cerdá y al ya agotado Zapatero repartiendo incoherencias resulta hasta divertido, comparado con el agrio y exagerado enfrentamiento plagado de insultos personales y tramposas condiciones ("o publica las actas de las reuniones con ETA o dimite") propiciado por Rajoy.

Si tenemos una democracia representativa, ¡que nos representen! Cualquier trabajador que hiciera lo que ellos, sería despedido.- Clara Marías Martínez. Madrid.

¿Quién ha ganado el debate? ¿Rajoy o Zapatero? ¿El que ha dicho más gracietas? ¿El que ha hablado mejor? ¿El que ha dado más golpes bajos? ¿El que ha tenido mejor lenguaje corporal? ¿El que mejor ha improvisado?

No sé si estamos ante una retransmisión deportiva o ante algo más. Sólo hay que ver el tratamiento que hacen de este evento anual los medios de comunicación y, por no faltar de nada, los mismos parlamentarios que se toman la comparecencia de los líderes de los partidos pequeños como un descanso en el que hay que aprovechar el tiempo para ir al servicio, tomarse un refresco o hacer unas cuantas llamadas.

Al final, me quedo con la impresión de que los políticos que en teoría nos representan no tienen mucha idea del verdadero estado de la nación y que a lo mejor sería mucho más ilustrativo el que por un día fuéramos los ciudadanos los que ocupáramos los asientos del Congreso para exponer nuestras preocupaciones y que los políticos nos siguieran a través de la televisión. Seguramente no hablaríamos de PIB, de macroeconomía, de transferencia de competencias o de la buena salud del Estado autonómico, pero sí del verdadero estado de la nación que es en el que nos sumergimos a diario y no el que se percibe desde las ventanillas del coche oficial.

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