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Economía y empresa en la globalización

En los tiempos de la internacionalización de los mercados y la globalización social y cultural, la cultura empresarial es la herramienta más valiosa de las empresas para sostener la capacidad innovadora y competitiva. Nuestro mundo se ha vuelto muy complejo, global y vital: podemos repasar lo acontecido en los últimos 10 años, pero no podemos predecir lo que ocurrirá en los próximos 10 meses. Las relaciones de poder políticas y económicas han cambiado en todo el mundo. ¿Quién diría hace unos años que, además de EE UU, Rusia, China o los Emiratos Árabes Unidos dominarían los mercados financieros de todo el mundo? ¿Habríamos considerado hace poco a un país como Vietnam como un competidor?

Los países sin materias primas dignas de mención, como Alemania o España, no pueden prescindir de las relaciones comerciales internacionales. El proceso de globalización ha acelerado su ritmo de crecimiento en las últimas dos décadas y media. El comercio internacional ha superado el 35% del PIB mundial, frente al 12% en 1980, y la suma de las exportaciones e importaciones representaba en España un 15,2% en 1960, y en 2005 un 56% del PIB. Necesitamos contar con empresas fuertes e innovadoras que afiancen su posición en la competitividad internacional. La experiencia confirma que en épocas de tensión económica, la dirección y la cultura empresarial basadas en la colaboración promueven la continuidad y el éxito empresarial.

Libertad de movimiento empresarial con la posibilidad de aprender de los fallos y la delegación de responsabilidades son factores claves para la dinámica y la flexibilidad en un tiempo agitado y vital. La participación en el lugar de trabajo, una marcada cultura de la innovación y el diálogo entre los empleados son, a la vez, la base de una comprensión común de los objetivos y del éxito empresarial. Son estos valores empresariales los que dejan espacio a la motivación y la identificación, la creatividad y la disponibilidad para el servicio, y permiten a la empresa mantenerse en la competencia internacional. En cualquier caso, para ello necesitamos directivos que respondan a la responsabilidad empresarial y a las demandas del futuro.

Cambiar la cultura requiere tiempo, también en la empresa. Los valores y parámetros de los seres humanos se adaptan muy lentamente a las nuevas condiciones de vida y de trabajo. Para mi esposo, Reinhard Mohn, una cuestión esencial a la hora de reconstruir Bertelsmann después de la Segunda Guerra Mundial fue la pregunta: ¿Qué necesita el ser humano? Según nuestra opinión, las claves para que los empleados se identifiquen con los objetivos de la empresa son la participación, la confianza y la responsabilidad propia.

La Fundación Bertelsmann pretende, bajo mi presidencia, difundir nuestra experiencia positiva en la constitución de una cultura empresarial ejemplar también en España y quiere contribuir a un fomento mayor de la responsabilidad social de los empresarios. La concesión de la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil por su majestad el Rey, cuya entrega se realizará mañana en la Embajada Española en Berlín, me ha dado ánimos para seguir ampliando el Compromiso Cívico que la casa Bertelsmann ya tiene desde hace muchos años en España.

Liz Mohn es presidenta de la Fundación Bertelsmann.

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