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Análisis | NACIONAL
Columna
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Expectativas irreales

LA COMUNICACIÓN ENVIADA al Congreso por el Gobierno como guión del debate sobre política general programado para el martes incluye temas relacionados con la lucha antiterrorista; era lógico que el presidente del Gobierno rindiera cuentas ante el Parlamento del fracaso de las negociaciones para lograr un final dialogado de la violencia iniciadas bajo el manto protector de la resolución de la Cámara del 17 de mayo de 2005 tras otro debate sobre el estado de la nación. Aunque el frío tono civilizado de la entrevista del presidente Zapatero con el líder del PP tras el comunicado difundido por ETA para justificar su ruptura de la tregua permitía imaginar un pleno relacionado con el terrorismo que fuese respetuoso con la cortesía parlamentaria, la racionalidad democrática y la lealtad constitucional, la desagradable bronca provocada el pasado miércoles por Rajoy al responsabilizar al Gobierno de la muerte de seis soldados en Líbano hace temer que el Congreso vuelva a ser una jaula de grillos y un nido de víboras.

La comunicación enviada por el Gobierno al Congreso como guión del pleno sobre política general previsto para el martes incluye la ruptura de la tregua por ETA entre las cuestiones a tratar

Carecemos de un relato contrastado de los hechos que permita reconstruir sobre datos firmes la historia del frustrado proceso de las negociaciones con ETA. Objeto de intoxicaciones, bulos y patrañas sin cuento, los contactos subterráneos entre los representantes de un Gobierno democrático y los dirigentes de una organización terrorista constituyen necesariamente -parafraseando a Churchill- un enigma envuelto en un misterio: si la información es poder, el objetivo prioritario de las técnicas de desinformación del adversario será desactivarla. De añadidura, la decisión tomada por el PP de ventilar públicamente en el debate electoral sus críticas a la política antiterrorista del Gobierno (infringiendo el punto del Pacto por las Libertades de 8 de diciembre de 2000 que relega ese tipo de desacuerdos al discreto marco de una comisión de seguimiento) no sólo dividió el campo de las fuerzas democráticas, sino que arrinconó contra las cuerdas a quienes negociaban con la banda y su brazo político. El presidente Zapatero fue condenado al potro inquisitorial -con la probatio diabolica de mostrar su inocencia- por pactar en secreto con ETA la rendición del Estado, la excarcelación de los presos y el reconocimiento de la unidad territorial y del derecho a la independencia de Euskal Herria (un ente nacido de la anexión al País Vasco de Navarra y de las comarcas vascas francesas).

El largo serial publicado por el diario Gara -sucesor de Egin como portavoz de la llamada izquierda abertzale- sobre la ruptura de la tregua lleva estampada la marca de fábrica de las estrategias desinformadoras que mezclan verdades con mentiras y realidades con invenciones. El reportaje está secuestrado informativamente por sus únicas fuentes: ETA y Batasuna. Como señala Josu Jon Imaz, presidente del PNV, el propósito de esta manipulada tergiversación de hechos ciertos y datos falsos es justificar ante su clientela electoral -cerca de 200.000 votantes- la escalada de crimen y locura emprendida por la banda terrorista. Sin embargo, el irritado gesto de arrojar por el desagüe el agua sucia de la bañera con el niño dentro -como hizo precipitadamente el portavoz socialista en el Congreso- sería una simpleza: la lectura crítica del serial de Gara permite formarse una idea de las estrambóticas expectativas albergadas por ETA, tal vez alentadas, de un lado, por las ambigüedades de los negociadores socialistas, y de otro, por las profecías del PP sobre la irremisible capitulación del Gobierno ante el terrorismo.

Los políticos tienden a concebir el presente -cualquiera que sea su ideología- como una repetición analógica del pasado; no faltan nacionalistas radicales convencidos de que el modelo para el País Vasco y Navarra en 2007 es la España de 1976, con Zapatero en el papel de Adolfo Suárez y el Parlamento democrático siguiendo los pasos de las Cortes orgánicas -"de la ley a la ley"- bajo la amenaza de una banda terrorista. También ha quedado claro que las grandes expectativas del Gobierno sobre un final dialogado de la violencia eran irreales: ni ETA estaba madura para la rendición condicional ni había agua suficiente en la piscina.

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