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Juicio por el mayor atentado | 11-M
Columna
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Tribunal, indicios y convicciones

"Usted tiene la habilidad de cometer sólo delitos que son difíciles de detectar. Cuando un hombre de su poder en el mundo financiero, a la cabeza del departamento más importante de uno de los grandes bancos de inversión de este país comete delitos financieros que son particularmente difíciles de detectar, se requiere un periodo significativo de prisión para disuadir a otros. Le condeno a cinco sentencias consecutivas de dos años cada una", explicó en su sentencia la juez Kimba Wood el 21 de noviembre de 1990 al explicar por qué condenaba a Michael Milken, el "rey de los bonos basura" en Estados Unidos, a diez años de prisión.

Delitos económicos difíciles de detectar y menos fáciles de demostrar con pruebas de cargo. Y, ¿los delitos de terrorismo? ¿Acaso por ser aparentemente menos sutiles o más brutales requieren menor dificultad a la hora de enjuiciar?

El tribunal pasará por su lupa los indicios y llegará a través de ellos a su convicción final

Ayer, el letrado defensor del procesado Larbi Ben Sellam, de quien se presume perteneció o colaboró con la organización terrorista del 11-M, ha cuestionado las pruebas que han sostenido la acusación.

Una de ellas, aportada por el entonces confidente Abdelkader el Farssaoui, Cartagena, señalaba que Ben Sellam, tras los atentados de Casablanca del 16 de mayo de 2003 había extraído lecciones importantes, al punto de decir: "No entiendo por qué la mayoría está tan obsesionada con ir a... Afganistán para hacer la yihad cuando es posible realizar parecidas acciones en otros países, como Marruecos o España".

Podría decirse sobre esta información confidencial que se non è vero è ben trovato, esto es, si no es verdad tiene sentido.

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Porque un mes después de esos atentados algunos de los protagonistas como Salaheddin Benyaich y Mustafá Maimouni fueron arrestados en Marruecos mientras que Abdelaziz Benyaich y Driss Chebli eran detenidos en España. En este contexto fue que Serhane el Tunecino se convirtió en el líder de esta fracción de yihadistas aunque todavía faltaba por llegar el grupo de traficantes de droga a cargo de Jamal Ahmidan, El Chino.

Pero hete aquí que Cartagena no es un testigo fiable, habida cuenta de que ha modificado sus informaciones. Lo mismo parece ocurrir con otra información del confidente según la cual había una relación entre Larbi y Rabei Osman El Egipcio. Según informó, vio una vez a Ben Sellam entregar un libro a Rabei.

Otros dos indicios: su relación personal con Mohamed Afallah, huido de Leganés. Ben Sellam trabó conocimiento con él tras regresar de un periodo de tres meses en Marruecos, en enero de 2004, con quien comenzó a trabajar en la construcción. Más tarde, tras el 11-M, Ben Sellam colaboró en la aportación de un teléfono al padre de Afallah para que éste pudiese comunicarse con él, un hecho admitido por la defensa.

Se sostiene, también, que Ben Sellam ayudó a Afallah a abandonar España rumbo a Bélgica. Afallah, se cree, viajó a Irak donde habría muerto en una operación yihadista.

Por último, en el piso de Leganés apareció la huella de Ben Sellam en uno de los libros incautados tras la explosión del 3 de abril. "Es perfectamente común el intercambio de los libros que se encuentran en la mezquita; así como que es perfectamente común el intercambio de vídeos y cintas", recordó la defensa.

Claro que ha sido muy difícil detectar a aquellos que han colaborado en el atentado del 11-M después que el núcleo duro se inmoló propagandísticamente en Leganés. Y no es inverosímil que la policía haya exprimido más allá de lo razonable algunos de los indicios disponibles. El tribunal tendrá, pues, que sopesar todo el material y pasarlo por su lupa.

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