Una visita al primer verano
Resulta muy interesante hacer ahora una relectura del primer libro publicado por Philip Roth (Newark, Estados Unidos, 1933), un volumen de relatos titulado Goodbye, Columbus. Su autor tenía 26 años y en esos relatos aparecían ya varias características que seguirían desarrollándose en su literatura posterior: un excelente trato con los diálogos, el mundo de la clase media judía norteamericana, apuntes suficientes de su capacidad satírica y dos temas centrales en su obra: las relaciones sexuales y las relaciones familiares. Todo ello dentro del realismo que caracterizó a la generación de la narrativa judía estadounidense que tiene como padre a Henry Roth.
En todos los cuentos se apre-
GOODBYE, COLUMBUS
Philip Roth
Traducción de Ramón Buenaventura
Seix Barral. Barcelona, 2007
368 páginas. 19,50 euros
cia en seguida a un escritor en formación. El libro tuvo mucho éxito y lo situó inmediatamente en el panorama narrativo de los sesenta y aquel éxito se vio revalidado y redoblado diez años más tarde con la publicación de su tercera novela, El lamento de Portnoy, que lo consagró. Después continuó publicando con progresiva eficiencia y éxito la serie de novelas protagonizadas por una especie de álter ego, Nathan Zuckerman, pero el verdadero salto adelante se produce en 1995 con la aparición de El teatro de Sabbath (Alfaguara, 1997) que inaugura la formidable colección de obras maestras (Pastoral americana, Me casé con un comunista, La mancha humana, también editadas por Alfaguara) que le colocan a la altura de los más grandes narradores de su país.
Goodbye, Columbus consta de dos bloques. El primero, la novela corta que da título al libro; el segundo, los restantes cinco relatos. Mientras el primero trata de dos personajes casi afines por edad al autor, los del segundo bloque tratan de gentes de la clase media judía americana de todas las edades, padres e hijos. Goodbye, Columbus es una novela de iniciación dominada por el primer amor de dos jóvenes y su final que, pese a centrarse en el corto desarrollo de la relación de ambos, logra integrar muy bien el entorno familiar en el relato amoroso, la apoteosis de lo cual es una larga y espléndida escena de la boda que muestra el modo en que el mundo social se cierra alrededor de los protagonistas como una premonición de la realidad de las cosas y revela una seguridad notable en un autor tan joven. Es la historia de un amor de verano que posee ese natural tono a la vez entusiasta y melancólico propio de tales historias; está estructurada en torno a un punto de inflexión (el uso de un diafragma) que opera como primer detonante emocional y es premonitorio en cuanto al rumbo del conflicto.
Respecto de los otros cinco, lo primero es señalar la audacia y confianza con que se enfrenta a personajes de toda edad. El hombre maduro que se resiste sin convicción al despojamiento vital al que le empuja su propia vejez es patético, pero es tan impactante como creíble (Epstein) y no deja de hacer pensar en lo que un día será Patrimonio (Seix Barral, 2003). La figura del joven judío descreído que hace preguntas impertinentes para consternación de su madre y del rabino (La conversión de los judíos) es un relato ingenioso, quizá algo exagerado, de un realismo que deriva en una escena grotesca, lo que le da, sin embargo, una singular dureza expresiva y tiene un buen final, tan ingenioso como el meollo del relato. En cambio, El defensor de la fe, historia de un embaucador que recibe su merecido es más previsible, aunque tiene una frescura y el atrevimiento de un joven escritor perfectamente convencido de su empeño. Quizá el menos logrado sea Eli, el fanático, donde las motivaciones del personaje central no acaban de ser suficientes, pero que relata una anécdota de gran tensión. Tensión y calidad dramática que, en cambio, funcionan muy bien de principio a fin en el titulado No se conoce al hombre por la canción que canta, el más ajustado entre lo que al autor dice y lo que quiere decir; es una historia de amistad entre un muchacho y dos compañeros con un historial conflictivo e internamientos detrás, contada como rememoración hecha quince años después, que pone al descubierto los procedimientos de vigilancia y persecución de un colegio donde los delincuentes sobreviven gracias a su astucia mientras que los más nobles son víctimas de su propia impericia, aunque las consecuencias y los efectos no son los mismos.
En estos relatos es donde más asoma la calidad satírica que Roth irá poniendo a punto en el transcurso de su escritura. El libro es impagable para los amantes de la literatura de Philip Roth e incluso creo que si trazamos un arco a cuyo inicio situamos la frescura y el ímpetu de Goodbye, Columbus y al otro la impresionante constatación de una muerte observada (y desdoblada) que es Patrimonio tendremos a la vista el principio y el fin de un extraordinario recorrido vital, literario y personal.
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